El arquitecto chino-estadounidense Ieoh Ming Pei, premio Pritzker en 1983, falleció el pasado 16 de mayo en un hospital de Nueva York a los 102 años. A sus espaldas quedan edificios tan valientes, carismáticos y celebrados como el Museo de Suzhou, que levantó en la provincia ancestral china de Jiangsu, o la Pirámide del Museo del Louvre en París, a la vez “el mayor desafío y el mayor logro” de su vida.
Inaugurado en 1989, el diseño de I. M. Pei para la entrada principal del centro de arte parisino provocó grandes críticas en Francia y cosechó una fuerte oposición. Sin embargo, lo que muchos consideraron una locura, se contempla en la actualidad como un hito. Así lo suscribe el propio Louvre, que rinde homenaje al arquitecto en su página web rescatando una foto suya en blanco y negro en la que posa sonriendo junto a su polémica pirámide de cristal, que cumple ahora 30 años.
“Siguió los pasos de los grandes y condujo al museo a la era moderna. Transmitió su entusiasmo a todos los que tuvieron el privilegio de trabajar con él en el transcurso de aquel gran proyecto”, escribe el Louvre en su web, que también recuerda su contagiosa sonrisa. “Fue un visionario con una carrera larga y fértil. Un arquitecto diligente, en el que se podía confiar. Un verdadero maestro”.
Suzhou, la niña de sus ojos
El Museo de Suzhou, otro de sus edificios emblemáticos, también está de luto. El 17 de mayo, un día después del fallecimiento de Pei, la apertura de su web amanecía teñida de negro y blanco, colores que se utilizan en China para expresar el duelo. Además, el centro cedió una de sus salas para que los visitantes pudieran depositar flores en su memoria. El arquitecto hablaba de sus obras como “hijas que no se parecen entre sí”, pero consideraba Suzhou como “la pequeña y más querida”.
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“Me importa este museo porque vertí en él mucho amor y energía”, afirmó sobre el último trabajo que realizó en China, en el que trabajó con sus dos hijos arquitectos en 2006. El edificio, integrado en el entorno, se inspira en los jardines chinos clásicos en los que Pei jugaba de niño. Tanto Suzhou como el Louvre representan los dos mundos del autor: Uno está enraizado en la historia y en la tradición; el otro, en la libertad de la arquitectura contemporánea.
“Una de sus señas de identidad fue la combinación de grandes moles con formas geométricas a gran escala, pero también se caracterizó por el uso sofisticado del hormigón”, explica Daniel M. Abramson, profesor de Historia del Arte y Arquitectura en la Universidad de Boston, que además de la pirámide del Louvre pone de ejemplo la ampliación de la National Gallery of Art de Washington. “Estaba interesado en el arte, no en la estandarización”, prosigue. “Dominaba el vocabulario abstracto y los nuevos materiales. Además, tenía mano izquierda con los clientes y el público. Todo ello hizo que en los años setenta y ochenta no solo fuera aceptado aplicar la arquitectura moderna a grandes edificios culturales y civiles, sino muy popular”.
Perseverante y osado
Pei nació en 1917 en el seno de una familia numerosa y adinerada de Guangzhou, provincia de Guangdong. Su padre, cofundador del Banco de China, deseaba que fuera banquero o médico, pero su madre, que era artista, despertó pronto su lado creativo. A los 10 años se mudó con ellos a Shanghai, donde enseguida llamaron su atención los prósperos edificios de estilo occidental del Bund, el malecón de la ciudad.
No muy lejos de allí, en Suzhou, la familia acudía con frecuencia a Shizilin o Jardín de los Leones, un hermoso ejemplo de paisajismo tradicional chino del que los Pei eran propietarios y que constituía, además, una de las principales atracciones turísticas de la localidad. El pequeño Pei y sus primos solían jugar en este espacio, rodeados de laberintos de rocas, estanques, cascadas y un puente de piedra. De adulto, se dio cuenta de que este jardín había marcado su manera de concebir la relación entre las personas y la naturaleza.
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En 1935 desembarcó en Estados Unidos persiguiendo su sueño de ser arquitecto. Estudió en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en la Escuela Superior de Diseño de Harvard, donde abrió su mente y se empapó de las nuevas corrientes arquitectónicas, especialmente de las defendidas por los pioneros Le Corbusier y Frank Lloyd Wright. Tras un breve periodo como profesor en Harvard, trabajó durante 12 años para el promotor neoyorquino William Zeckendorf, con el que adquirió experiencia participando en proyectos de renovación urbana y viviendas de protección social.
En 1955 comenzó a recibir encargos y a desarrollar su propio estilo, apostando por espacios sobrios y acogedores. Analizaba todo al detalle e invertía mucho tiempo en reflexionar sus diseños antes de comenzar cualquier proyecto. Su confianza en lo que hacía y su tenacidad le permitieron capear el temporal que se desató cuando construyó la famosa pirámide del Louvre. De acuerdo con la profesora de arquitectura de la Universidad de Pennsylvania Annete Fierro, este trabajo revolucionó la manera de construir en Francia.
Wang Kaihao contribuyó a elaborar esta información.