Quien escucha un vals se traslada sin querer a los grandes salones de Viena. Y quien advierte una guitarra flamenca, al sol de Andalucía. Algunas melodías son capaces de transportar a quienes las oyen hasta el lugar donde fueron creadas. Sucede así con la música del guqin, un instrumento chino de siete cuerdas enraizado en la historia de Yangzhou.
Muchos aseguran que nació a orillas de su Gran Canal. Esta ciudad de 4,4 millones de habitantes situada en la provincia de Jiangsu, puede parecer hoy anodina, pero en su día fue una de las más ricas de China. En la antigüedad se llamaba Guangling y dio nombre a una de las diez mejores composiciones clásicas de guqin que existen: Guangling San.
Cuenta la leyenda que las notas de esta melodía le fueron reveladas al filósofo y músico Ji Kang en la época de los Tres Reinos (220-280). Según recogen El Libro de Jin o Grandes documentos de la era Taiping, este respetado sabio poco conformista comenzó a tocar el guqin una noche en la parada de un viaje, cuando se detuvo para descansar. Al hacerlo apareció un espíritu que, fascinado por la belleza de su música, le enseñó la partitura Guangling San a cambio de una condición: no revelársela a nadie.
Ji, enemigo de la burocracia y del confucianismo ortodoxo, acabó siendo condenado a muerte por sus ideas. Pese a que 3.000 académicos pidieron que se le perdonara la vida, finalmente fue ejecutado en torno al año 262. Antes de morir, se dice que tocó Guangling San por última vez y se lamentó de que la canción fuera a perderse para siempre.
La de Ji no es la única historia que circula sobre los orígenes de esta melodía. El libro Qin Cao, del siglo II, la vincula con una oscura trama de venganza que incluye suicidios y asesinatos. Sea como fuere, su versión moderna procede de una recopilación de partituras realizadas por el investigador Zhu Quan durante la dinastía Ming (1368-1644). Asegura que el sobrino de Ji consiguió escuchar la canción a escondidas y transmitirla.
Aunque el debate está lejos de acabarse, nadie duda de que existe una conexión entre Guangling San y la región de Yangzhou. La zona siempre ha sido prolífica en músicos de guqin, sobre todo durante la dinastía Qing (1644-1911), la época de mayor esplendor. Xu Chang-yu, el más famoso, fundó la Escuela de Guangling, una corriente que se caracteriza por su forma sencilla y sutil de tocar el guqin. Delicado y de timbre bajo, fue uno de los primeros instrumentos de China que permitían hacer punteos. Junto con los juegos de mesa, la caligrafía y la pintura, se consideraba una de las cuatro artes que todo intelectual debía conocer.
Esta música ancestral continúa sonando en su territorio de origen. Yangzhou es hoy la cantera de los maestros más célebres de China, como Ma Weiheng, embajador no oficial de la región. Fundador de la Sociedad de Guqin de Nanfeng en 2008 y del Instituto de Investigación sobre Técnicas de Producción de Guqin de Hanfeng en 2012, es uno de los virtuosos empeñados en que el guqin siga vigente.