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Dos mil años en construcción
La Gran Muralla atraviesa desiertos, llanuras y montañas. En las crestas de los montes, las piedras se transportaban a hombros, con burros, cabras, carros de mano o troncos rodantes.

Dos mil años en construcción

Nació como estrategia de defensa, tardó dos milenios en completarse y permitió desarrollar toda una civilización basada en la agricultura. La Gran Muralla continúa sobrecogiendo
YANG YANG Y YUAN HUI - 14 Feb 2023 8:28

La Gran Muralla, una de las mayores obras de la humanidad, condensa la sabiduría de la antigua China y revela hasta dónde llegaba su perseverancia. Esta impresionante fortaleza, que nació como estrategia de defensa y se levantó a lo largo de diferentes dinastías, continúa hoy en pie como símbolo de toda una civilización.

Las primeras secciones del muro fueron construidas por los antiguos chinos para mantener a raya a los invasores. Después del período de los Reinos Combatientes (475-221 a. C.), el primer emperador de China, Qin-
shihuang, unificó seis reinos y fundó la dinastía Qin (221-206 a. C.). Entonces ordenó consolidar y extender la muralla para proteger sus dominios de los xiongnu, sus archienemigos del norte. Durante los siguientes 2.000 años y hasta la dinastía Ming (1368-1644), los sucesivos gobernantes continuaron aplicando este efectivo plan maestro dentro de su táctica militar. 

Un crisol de culturas

La fortificación, que atraviesa montañas, praderas y desiertos, se extiende desde la provincia de Liaoning, en el noreste de China, hasta las tierras áridas de la Región Autónoma Uygur de Xinjiang, en el noroeste; desde la provincia de Henan, en el centro de China, hasta la frontera con Mongolia, en el norte. En 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y, más recientemente, un estudio a escala nacional concluyó que su longitud total era de 21.196 kilómetros y superaba la distancia entre los dos polos de la Tierra. 

De las 15 regiones administrativas a nivel provincial que atraviesa la muralla, la Región Autónoma de Mongolia Interior es la que cuenta con más tramos. En total, 7.570 kilómetros. Las obras en esta zona, que se prolongaron a lo largo de más de 2.000 años, comenzaron en el período de los Reinos Combatientes, continuaron durante las dinastías Qin, Han (206 a. C.-220 d. C.), Liao (916-1125) y Jin (1115-1234) y finalizaron con la Ming. De los 12 tipos de tramos que existen en la región según su grado de antigüedad, los que levantó esta última dinastía son los más conocidos: se adentran en el condado de Xinghe desde la provincia de Hebei y serpentean durante más de 860 kilómetros hacia el oeste a través de Ulaanqab, Hohhot, Erdos, la ciudad de Wuhai y la liga de Alshaa. 

La primera sección de la muralla en la zona se remonta al siglo IV a. C. y la levantó el rey de Zhao “para defender su reino agrícola de los nómadas del norte”, explica Zhang Wenping, subdirector del Museo de Mongolia Interior. Aquellos enfrentamientos entre dinastías agrarias y pueblos nómadas duraron más de 2.000 años y la muralla, que jugó un papel clave en la historia del país, ayudó a los gobernantes de la Llanura Central de China a mantener un entorno relativamente pacífico que les permitió desarrollar una civilización basada en la agricultura. 

A medida que iba avanzando hacia nuevos territorios, la fortificación también propició la mezcla de culturas. En sus márgenes, personas de distintas etnias intercambiaban bienes y tradiciones, apunta Zhang. 

En la actualidad, algunos de sus tramos continúan siendo espectaculares, como los de Badaling, en Beijing. Esta sección fue construida por la dinastía Ming, cuya aportación a la Gran Muralla se conserva relativamente mejor que la del resto. Dignatarios de todo el mundo, desde el expresidente estadounidense Richard Nixon hasta la recientemente fallecida reina de Reino Unido Isabel II, han acudido a vistarla.

Entre el riesgo y el espectáculo

Peligrosa y pintoresca. Son las palabras que mejor definen la sección de Jiankou de la Gran Muralla china, que sube y baja por escarpadas montañas situadas en el distrito de Huairou, al norte de Beijing. Aunque este tramo de siete kilómetros, construido en las últimas décadas de la dinastía Ming (1368-1644), es un imán para fotógrafos y aventureros, su accidentado perfil y su estado de conservación lo convierten en uno de los más arriesgados. En los últimos años, un equipo del Instituto de Investigación Arqueológica de Beijing trabaja no solo para evitar que sus torres se conviertan en escombros, sino para conservar cualquier ruina que pueda arrojar pistas sobre su fascinante historia.