Las aristócratas de la dinastía Tang (618-907) no tenían suficiente con enfundarse en los elegantes vestidos satinados de la época, ni completarlos con unos reveladores escotes, ni adornarse con unos preciosos recogidos en el pelo con forma de espiral. Las mujeres nobles se bañaban en un embriagador aroma proveniente de tierras lejanas. Estos parfums de l'epoque no solo agregaban un toque de seducción, sino que constituían una metáfora de esta parte de la historia china, conocida por su diplomacia y su habilidad en la construcción de la nación a través del poder del imperio.
El Museo del Templo Famen está a unos 110 kilómetros del templo de Xi'an, que significa "un pasaje a la tierra del budismo", lugar de culto de los gobernantes Tang. Su director, Jiang Jie, afirma: "La imagen típica de una dama de la corte Tang es un reflejo de los intercambios entre China y la tierra que se extiende hacia el oeste, a través de la Ruta de la Seda". El aroma que se impregnaba en la piel de estas aristócratas era el resultado de la quema de especias que llegaban desde las estepas de Eurasia, el subcontinente indio y la costa del Mar Arábigo. Este ritual de belleza tenía un lado práctico: el fuerte olor repelía insectos. Las mujeres exponían con orgullo su piel glacial en un caluroso día de verano sin temer a una picadura.
"Los meteorólogos creen que la dinastía Tang, especialmente en la primera mitad, vivió un aumento general de las temperaturas, que favoreció el uso de prendas ligeras y fragancias", cuenta Jiang. El cálido viento que provenía del desierto de Gobi, al oeste del país, influyó en la moda de la época, con un nivel de osadía nunca antes visto.
Este infinito desierto cubre la actual Mongolia y el noroeste de China y constituyó una parte importante de la Ruta de la Seda. El camino lo abrió por primera Zhang Qian, un enviado del emperador Wudi (156-87 a. C.) de la dinastía Han (206 a. C. - 220) que se embarcó en un viaje hacia el oeste desde la ciudad de Chang'an, la capital Han, en 139 a. C. Perseguía una alianza militar con el país de Dayuezhi contra un enemigo común: el jinete Xiongnu, de una gran confederación de nómadas que dominó la estepa desde finales del siglo III a. C. hasta casi terminar el I d. C.
La misión duró 13 años y dio muchos giros, pero nunca se completó del todo. Afectado por su derrota anterior a manos de los saqueadores, el rey de Dayuezhi se mostró reacio a unir fuerzas con los Han. Pero cuando Zhang Qian regresó en 126 a. C. trajo consigo el hallazgo de una nueva ruta que podría servir tanto para alianzas militares como para lograr socios comerciales.
Durante los siguientes milenios, la Ruta de la Seda, llamada así por el tejido chino, fue explorada por aventureros de ambos lados, hasta que se convirtió en una red de transporte que atravesaba Eurasia. En un extremo estaba el imperio chino y en el otro, los países mediterráneos y Roma. La Ruta, partida por afluentes por los que llegar a las regiones circundantes, atravesaba diversos terrenos y culturas dispares.
El tráfico en la carretera alcanzó su pico con el surgimiento del Imperio Tang, que puso fin a cuatro siglos de guerra y fragmentación que lo separaron de su predecesor, el de Han. Las dos épocas doradas en la historia de China se parecen entre sí en riqueza social y seguridad en sí mismos, así como en la voluntad de conocer y ser conocidos.
"Los primeros gobernantes de Tang intentaron reducir tanto su propio nivel de lujo como el de la sociedad en general", dice Jiang. "Pero cuando los triunfos militares extendieron las fronteras del imperio y se reforzó aún más la seguridad en la sección china de la Ruta de la Seda, el aspecto de la vida se tornó de nuevo más hedonista", cuenta. La popularidad de las especias se disparó nuevamente. La gente se sentaba alrededor de largas mesas con grandes quemadores de incienso.