El Eje central de Beijing, “un conjunto de edificios que muestra el orden ideal de la capital china”, figura desde el 27 de julio en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y goza ya de reconocimiento mundial. El comité de la organización de Naciones Unidas realizó el anuncio en su cuadragésimo sexta sesión, que tuvo lugar en Nueva Deli el pasado sábado. El nombramiento eleva a 59 el número de lugares de China que forman parte de la clasificación.
Este ejemplo centenario de planificación urbana y arquitecturas chinas abarca palacios, edificios públicos y jardines y rige el trazado general del casco antiguo de la capital del país. El Eje central de Beijing, en el corazón de la ciudad, se extiende de norte a sur a lo largo de 7,8 kilómetros y consta de 15 elementos.
En su extremo septentrional se encuentran el Campanario y la Torre del Tambor. El conjunto discurre luego a través del puente Wanning, la colina de Jingshan, la Ciudad Prohibida, la Puerta de Duanmen, la Puerta de Tian'anmen, los puentes exteriores del río de Agua Dorada, el complejo de la Plaza de Tian'anmen, la Puerta de Zhengyangmen, los yacimientos arqueológicos del tramo sur de la calzada y la Puerta de Yongdingmen, situada en su punto más meridional. Al este y al oeste se hallan el Templo Ancestral Imperial, el Altar de la Tierra y el Grano, el Templo del Cielo y el Altar del Dios de la Agricultura.
Decisivo en el desarrollo urbano
El Eje central de Beijing comprende palacios y jardines imperiales, edificios sacrificiales, antiguas instalaciones administrativas, edificios públicos y ceremoniales nacionales y restos de las calzadas originales que vertebraban el conjunto.
“Se trata de un importante símbolo que reúne las principales características de la civilización china y que pone de relieve el excepcional estatus que tenía Beijing entre las famosas capitales antiguas del mundo”, afirmó el 27 de julio Li Qun, director de la Administración Nacional del Patrimonio Cultural, durante una entrevista en Nueva Deli. Según señaló, el conjunto “ha tenido una profunda influencia en la historia del urbanismo y de la arquitectura de todo el mundo” y “sirve como ejemplo chino a la hora de preservar y proteger las antiguas capitales de forma sostenible”.
La construcción del eje comenzó en el siglo XIII y finalizó en el XVI. Desde entonces, ha ido refinándose de forma constante a lo largo de tiempo y todavía hoy continúa influyendo en el desarrollo urbano de Beijing.
De acuerdo con el comité del Patrimonio de la Humanidad, el Eje central de Beijing se ajusta a los criterios de evaluación número 3 y 4 que se requieren para ingresar en lista de la Unesco: aporta un testimonio único o excepcional sobre una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida, y es un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción, conjunto arquitectónico o tecnológico o paisaje que ilustra uno o varios periodos significativos de la historia humana.
Ernesto Ottone, subdirector general de Cultura de la Unesco, recordó que la compleja trama urbana de Beijing se inspira en la filosofía de Confucio, que tiene una historia milenaria y que incluso hoy continúa desarrollándose. En un acto de celebración que tuvo lugar en Nueva Deli, recalcó que diseñar y conservar un patrimonio urbano no solo implica proteger el pasado, sino también construir un futuro mejor.
Según la Administración Nacional del Patrimonio Cultural, el Eje central de Beijing ilustra de manera excepcional la filosofía de “equilibrio y armonía” que tanto aprecia la tradición china. No solo se trata de un ejemplo sobresaliente de la etapa de madurez del urbanismo de las capitales chinas, sino también del que mejor se conserva en todo el país.