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El grafiti sale de las sombras
El grafiti ha llegado a los muros del Distrito del Arte 798 de Beijing, que aglutina muchos de los talleres y galerías de arte contemporáneo de la capital china.

El grafiti sale de las sombras

Antes estaba perseguido. Ahora, patrocinado. Todavía hay que pedir permiso para pintar los muros, pero el arte callejero cosecha cada vez más aplausos en las ciudades chinas
LI YINGXUE - 08 May 2019 16:28

De actividad clandestina a estilo promovido por establecimientos de moda y diseño. El grafiti ha pasado de practicarse en rincones oscuros a protagonizar la decoración de tiendas o concursos por equipos. En Beijing, está conquistando las paredes del antiguo barrio de Shuangjing, el Parque de las Ruinas de la Muralla Yuan Dadu, la zona céntrica de Gulou o el Distrito del Arte 798, epicentro de la creación contemporánea de la capital china. Al tiempo que colaboran con artistas callejeros de otros países, cada vez más grafiteros chinos se dedican de manera profesional al aerosol.

Zheng Haidong, de 32 años, es uno de ellos. Entre el 4 y el 7 de abril se subió a un andamio con un espray en la mano para participar en la segunda edición del Concurso Internacional de Grafiti Joy in Bottle, que tuvo lugar en Chongqing. Diez equipos compitieron durante dos días por llevarse los 8.000 euros del premio. Cada uno debía pintar un muro de 12 metros de altura por 7,5 de largo inspirándose en la temática bashi, que en el dialecto de Sichuan significa “feliz y sentirse a gusto”.

“Fue un trabajo muy intenso”, recuerda Zheng, que invirtió unas 14 horas al día en realizar un tigre junto a su equipo, Tryken Crew. Para este grafitero, más conocido como Smk, la situación actual no tiene nada que ver con la que él conoció cuando empezó a pintar en Ningbo. En esta ciudad de la provincia de Zhejiang, él y su grupo solían buscar muros para realizar sus obras, sobre todo pertenecientes a tiendas. A veces los dueños y las patrullas urbanas les pedían que las borraran de inmediato. Ahora disponen de un estudio en un parque de la misma urbe y pueden pintar las paredes que quieran tras pedir permiso a los administradores de las instalaciones.

Las marcas se rinden al espray

Si no cuenta con la pertinente autorización, el grafiti está prohibido en las ciudades chinas. Cuando se descubre, los servicios de limpieza lo eliminan. No obstante, en determinados lugares está aumentando la tolerancia hacia esta forma de arte.

Chen Yang, de 27 años, lleva una década buscando muros en los que pintar. Se sube a su bicicleta eléctrica e inspecciona las calles de su ciudad, Jiaxing, en la provincia de Zhejiang. Tiene predilección por los edificios abandonados que están a punto de ser demolidos. Otras veces inicia guerras callejas tapando obras de otros grafiteros. “Puedes pintar encima si consideras que lo que había antes no era lo suficientemente bueno, pero debes hacer algo mejor y más creativo. El arte callejero tiene una parte de competición muy divertida”, explica.

Uno de los miembros de Tryken Crew, pintando un grafiti. CEDIDA A CHINA DAILY

Ye Shu, artista urbano de Beijing, recuerda que los grafitis empezaron a aparecer en la capital china a finales de los noventa. Él y su equipo –Abs– no se pusieron manos a la obra hasta 2010, cuando comenzaron  a decorar la calle Jingmi, en el distrito de Chaoyang, hoy repleta de obras coloristas. La firma de este grupo también puede verse en el Distrito del Arte 22 de Chaoyang, al sureste de la ciudad, convertido en un nuevo punto caliente del grafiti. Esta misma zona acogió en 2017 a artistas callejeros de todo el mundo, cuyas creaciones pueden verse a lo largo de la calle Jiulongshan.

En la actualidad, diversas marcas contratan grafiteros para conectar con la juventud. Zheng y su equipo decidieron fundar su propia empresa a finales de 2016 para poder atender encargos. Los cuatro miembros del clan pintan desde que se graduaron en la universidad y, aunque ahora han convertido su hobby en un trabajo, cada año se toman dos meses para volver a crear en las calles: “El grafiti es el amor de nuestra vida”, asegura Zheng. “Nos ha dado mucho y queremos devolvérselo”.