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El infinito en un trazo
Una artesana de Huzhou lava, clasifica, peina y da forma a las cerdas de los pinceles típicos de la zona. 

El infinito en un trazo

Es una herramienta sencilla, pero capaz de transmitir las ideas más complejas. El pincel caligráfico, cuya historia se remonta a miles de años atrás, ha configurado la cultura china
YANG YANG - 12 Ago 2024 12:43

Pelo corto y suave. Mango largo y resistente. Un simple pincel de caligrafía china, delicado y duro al mismo tiempo, basta para transmitir las ideas más complejas. Al poner la excelencia técnica al servicio de la libertad espiritual de la escritura, abre la puerta a variaciones infinitas y a una creatividad sin límites. Permite dibujar un punto, una línea, el sol, las montañas, los ríos o el viento. Puede transmitir cualquier sentimiento humano, ya sea grande o pequeño, concreto o abstracto.

Quizás estemos ante una de las pocas herramientas creadas por el ser humano que, a lo largo de los milenios, ha mantenido su vertiente práctica y simbólica. No solo ha expresado las preocupaciones y las emociones de la gente corriente. También ha registrado la historia y el pensamiento, alumbrado la literatura y el arte más refinados e influido en el desarrollo de la civilización china.

Vehículo del alma popular

En su libro El pincel caligráfico de Huzhou y la cultura china, publicado por Peking University Press en 2010, Ma Qingyun cita al erudito, poeta y calígrafo Zhou Ruchang (1918-2012): “Sin el pincel caligráfico, los caracteres chinos no podrían haber evolucionado, por no mencionar el arte de la pintura. Habría sido imposible que su aspecto, estructura y técnica, así como sus funciones y efectos artísticos, evolucionaran hasta lo que conocemos hoy. En última instancia, esta herramienta ha determinado hasta la forma que han adoptado los documentos, como pergaminos, libros, actas, cartas y expedientes”.

“Para Zhou, el alma de la cultura china se manifiesta a través del pincel y depende de él para desarrollarse”, explica Ma. Según el autor del libro, vehicula los distintos temperamentos, personalidades y voluntades del pueblo chino. También su actitud ante la vida, su sentido de la belleza o su mundo espiritual. “No solo se trata de un exponente de la cultura china, sino del artilugio que la configura”, precisa.

Un descubrimiento casual

La leyenda vincula el origen de esta herramienta a Meng Tian, un gran general del estado de Qin que supervisó la construcción de la Gran Muralla. Corría el año 223 a. C. cuando este militar salió a cazar y observó que una liebre herida había dejado en el suelo un rastro de sangre. Aquello le inspiró para crear el primer pincel caligráfico.

Taller de pinceles para tinta en Shanlian, Huzhou. YANG YANG / CHINA DAILY

Inicialmente, cogió un poco de pelo de liebre, lo metió en una caña de bambú y trató de utilizarla para escribir. No tuvo suerte. El pelo era tan liso que no absorbía bien la tinta. Después de intentarlo varias veces sin éxito, arrojó la brocha por la ventana y cayó por casualidad dentro de un pozo de cal.

A los días pasó por allí y se encontró con el pincel abandonado. Al recogerlo, se dio cuenta de que el pelo se había vuelto flexible. Cuando lo impregnó en tinta y se puso a escribir, vio que podía dibujar caracteres con mucha fluidez, ya que, por accidente, la cal había eliminado la grasa del animal. Es el mismo método que sigue utilizándose hoy.

Según otra versión de la misma leyenda, Meng no utilizó una caña de bambú ni pelo de liebre, sino un palo de madera, pelo de venado para el centro de la brocha y lana de cabra, más suave, para el exterior. La fórmula también ha sobrevivido hasta la actualidad.

Las brochas caligráficas se utilizaban hace más de 6.000 años. CEDIDA A CHINA DAILY

No obstante, los hallazgos arqueológicos han tirado estos mitos por tierra. La evidencia científica ha demostrado que la población de Banpo, a 10 kilómetros de lo que hoy es Xi’an, en la provincia de Shaanxi, ya utilizaba pinceles para decorar la cerámica hace más de 6.000 años. Lo que sucede es que no se han conservado igual de bien que el barro o los huesos oraculares. Rara vez se encuentran en los yacimientos.

También hay marcas de pincel en huesos oraculares y cerámica de la dinastía Shang (siglos XVI-XI a. C.) que datan de milenios posteriores, pero antes de la época de Meng. A finales de la década de 1950, los arqueólogos desenterraron una brocha caligráfica en Xinyang, provincia de Henan. Su origen se remonta a principios del Período de los Reinos Combatientes (475-221 a. C.) y es la más antigua que se ha descubierto en China, mucho más que la supuesta invención de Meng.

A lo largo de la historia, los talleres especializados en estos utensilios se han trasladado de un lugar a otro. Desde tiempos de la dinastía Yuan (1271-1368), los pinceles de Huzhou, en la provincia de Zhejiang, han sido la referencia debido a la nitidez y la pulcritud que permiten en el trazo, así como a su larga vida útil. Si están bien hechos, sus cerdas son resistentes y recuperan su forma original a toda velocidad.

El fin de una era

En la segunda mitad del siglo XX, cuando se adoptaron de forma generalizada las plumas y los bolígrafos modernos, los pinceles caligráficos comenzaron a perder terreno. En un intento de salvaguardar esta antigua artesanía, los que proceden de Huzhou fueron catalogados en 2006 como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional.

Según explica Qiu Changming, que procede del pueblo de Shanlian, tiene 74 años y es una de las personas que mantienen viva la tradición, elaborar cada pieza implica 128 pasos. Durante miles de años, los artesanos de la zona han venerado a Meng como el creador del primer pincel caligráfico. Ahora, pese a que se sabe que no lo inventó él, asegura que se le sigue reconociendo como la persona que perfeccionó la técnica y mejoró los materiales para elaborarlo.