CERRAR

Este website está editado por el diario China Daily de la República Popular China, que asume toda la responsabilidad sobre sus contenidos

El secreto que mueve el aire
El maestro abaniquero Xu Jiadong, considerado uno de los mejores de China, revisa un acabado junto con su padre.

El secreto que mueve el aire

Durante más de mil años, los eruditos marcaron la pauta estética de los abanicos en la antigua China. Elaborarlos hoy continúa siendo un arte que requiere conocimientos de botánica, talla o iconografía
ZHAO XU - 01 Oct 2024 10:06

Aunque han transcurrido casi tres décadas desde entonces, Xu Jiadong todavía recuerda el día en que salió por primera vez con su padre en busca de material para elaborar varillas de abanicos plegables. Era principios de enero y fueron a un bosque de bambú del condado de Anji, provincia de Zhejiang, donde crece una variedad especial llamada yu zhu o bambú de jade. Xu, que entonces tenía veintitantos, recibió su primera lección mientras respiraba el aire fresco de la montaña.

“Los tallos que se seleccionan para hacer abanicos no pueden ser ni demasiado jóvenes ni demasiado viejos”, explica. “Tienen que tener consistencia y un buen tamaño, pero a la vez mostrarse suaves y delicados. Por lo general, lo ideal son los bambúes que rondan los cinco años”, detalla Xu.

Su padre siempre le pedía que se fijara en la capa de cera blanca que los recubre. Al rasparla, deja ver el color verde que hay debajo, que es el que da el nombre al bambú de jade. Esta cera protege a las plantas de las plagas e impide que pierdan humedad, lo que les confiere la textura fina y sedosa que tanto aprecian los artesanos.

Sinónimo de integridad

“Debido a su inquebrantabilidad y a su flexibilidad, el bambú fue una gran fuente de inspiración para los artistas de la antigua China. Solían pintarlo mecido por el viento o azotado por la lluvia, especialmente aquellos que vivieron en épocas convulsas”, relata Wang Yimin, especialista del Museo del Palacio de Beijing. Según señala, “el carácter chino que se utiliza para designar los nudos del tallo, jie, significa también rectitud e integridad”.

En el siglo XIV, cuando el abanico plegable se hizo popular en China, el bambú ya formaba parte de la iconografía visual y literaria del país. Nadie que se tomara por virtuoso podía eludir este poderoso símbolo.

Shen Defu, un hombre de letras que vivió entre los siglos XVI y XVII, afirmaba por entonces que los abanicos elaborados con sándalo o marfil podían considerarse “raros o valiosos”. Sin embargo, aseguraba que estaban “lejos de resultar elegantes”, por lo que no eran para “personas estéticamente cultivadas”.

El desafío de Xu, considerado hoy como uno de los mejores fabricantes de varillas de abanicos plegables del país, consiste precisamente en responder a este inefable concepto de sofisticación estética. “Todo reside en las líneas y en las ondulaciones que adoptan. Algunas son bruscas. Otras, tan suaves que apenas se notan”, cuenta. “Se trata de conseguir guías elegantes para que la forma del conjunto también lo sea”.

Esa gracia a la que alude Xu se aprecia mejor cuando el abanico está cerrado, gracias a dos guardas de bambú que mantienen el objeto unido. Conforme esas dos piezas van estrechándose, adoptan curvaturas distintas. Cada una de ellas tiene un nombre diferente, a menudo hermoso y evocador, como por ejemplo, “hombro de la belleza”.

Existen pocas diferencias entre tallar las varillas de un abanico y pintarlo. Cuando se hace al estilo clásico chino, con pincel de tinta, ilustrarlo también requiere altas dosis de precisión y espontaneidad. “Mi padre me enseñó a pensar en el cuchillo como si fuera un cepillo”, relata Xu. “Me recordaba que no había que excederse a la hora de pulir la madera. ‘No borres todas las marcas’, me decía. Demuestran que se trata de una auténtica obra de arte”.

Más que combatir el calor

Junto con el ciruelo, el crisantemo y la orquídea, el bambú es una de las cuatro plantas nobles de la cultura china. Todas fueron temas recurrentes para los pintores eruditos de la antigua China. A menudo figuraban en la superficie de los abanicos y todavía hoy continúan presentes en ellos.
“La cultura erudita, impulsada por las élites cultas de la antigua sociedad china, ejerció una gran influencia en la creación artística del país durante más de mil años”, prosigue Wang, del Museo del Palacio.

“Únicamente entendiendo esto se puede contemplar el abanico chino, no solo como un artilugio que servía para combatir el calor, sino como una obra de arte portátil, en la que casi cada detalle estaba al servicio de la sensibilidad de los eruditos”.

Irónicamente, aunque las varillas constituyen una parte esencial de los abanicos, durante buena parte del siglo XX los anticuarios no les prestaron atención. A menudo las retiraban y las desechaban para conservar solo las ilustraciones de la tela.

“En las últimas décadas, la situación ha cambiado por completo”, puntualiza Xu. “El mercado del arte y de las antigüedades nos ha dado a todos una lección sobre el valor estético y económico que tienen las varillas hechas a mano, independientemente de si son antiguas o nuevas”, asegura. En la actualidad, tanto sus creaciones como las de su padre se venden en subastas por entre 30.000 y 200.000 yuanes (3.850 euros-25.700 euros).