En Suzhou, provincia de Jiangsu, las casas antiguas se asoman al agua desde hace siglos, dejando que el musgo crezca entre los azulejos que recubren sus paredes. Bajo los aleros de sus estrechas y pulcras callejuelas, salpicadas de ríos y canales, los lugareños conversan en wu, un suave dialecto del chino difícil de entender para los forasteros.
Un urbanismo respetuoso
Esta ciudad de 10 millones de habitantes ha experimentado un fuerte desarrollo en los últimos años gracias a su industria manufacturera. Sin embargo, la sexta urbe con más pujanza económica de la parte continental de China presume además de otra cosa: una rica historia que sus ciudadanos protegen con celo.
La construcción de Suzhou comenzó hace 2.500 años, cuando se estableció allí un Estado vasallo del reino de Wu durante el Período de Primavera y Otoño (770-476 a. C.). El distrito de Gusu, en el corazón de la urbe, concentra su extraordinario legado cultural, como demuestran sus jardines clásicos, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Xu Gangyi, funcionario jubilado de 70 años, es uno del millón de vecinos que viven en la ciudad antigua, de 14,8 kilómetros cuadrados y rodeada de canales. Creció cerca de la Puerta Panmen y siente un profundo respeto por la historia de su ciudad. A menudo ha escrito cartas a las autoridades para impedir la demolición de lugares históricos. “¿Qué les vamos a dejar a nuestros hijos? Nuestras raíces están en esta ciudad, que ha forjado nuestro carácter. Será mejor que la cuidemos”, afirma Xu, que no tuvo que esperar mucho para recibir una respuesta positiva a sus peticiones.
En 2002, el Gobierno local inició un gran proyecto para restaurar el casco antiguo de forma integral, al que siguieron muchos planes de renovación. Desde la década de 1990 está prohibido construir edificios de más de 24 metros de altura, un tercio de lo que mide Beisita, una pagoda histórica de la dinastía Song del Sur (1127-1279) ubicada en el corazón de Suzhou. Gracias a esta normativa, ningún rascacielos compite con ella en el horizonte de la ciudad antigua. Desde 2018, las construcciones deben ser además negras, blancas o grises para “reflejar una estética sencilla, pero elegante”, así como utilizar materiales y estilos tradicionales.
El pasado septiembre, la Administración Nacional de Patrimonio Cultural eligió Suzhou como uno de los seis referentes de China en conservación histórica y cultural, y en marzo el Ayuntamiento inició un nuevo plan de salvaguarda que se centra en el casco histórico. Para Zhou Liping, uno de los funcionarios a cargo de estas tareas, revitalizar los barrios tradicionales supone mucho más que convertirlos en reliquias. “Por fuera deben permanecer intactos, pero por dentro han de adaptarse a las necesidades contemporáneas”, afirma. “Solo asignando nuevos roles a los edificios viejos se consigue que sigan vivos”.
Larga vida a la calle Pingjiang
La antigüedad de la pintoresca calle Pingjiang resulta evidente al recorrer sus 1,6 kilómetros de largo, salpicados de construcciones tradicionales. Muchas de ellas estaban en ruinas antes de que empezaran las obras de restauración, en la década de 2000. Donde antes había una carnicería, por ejemplo, se alza ahora un club de kunqu, la forma más antigua de la ópera tradicional china, originaria de aquí. Mientras que los bares, karaokes o puestos de comida callejera proliferan en los cascos históricos de otras ciudades chinas, el de Suzhou apenas les cede espacio.