Al entrar en el estudio de Yuan Changjun, una gran escultura plateada saluda al visitante. Se trata de una apsara, ninfa voladora de la tradición budista, que aquí aparece tocando la pipa, un antiguo instrumento chino de cuatro cuerdas que se parece al laúd occidental.
Este tipo de seres celestiales puede verse en los icónicos murales de las Grutas de Mogao, en Dunhuang, provincia de Gansu. Sin embargo, la obra de Yuan es una reinterpretación de estas figuras en clave moderna. “He utilizado un lenguaje visual contemporáneo para el contorno, la expresión del rostro y el peinado”, puntualiza.
Tres disciplinas, en una
Yuan tiene 50 años y lleva 30 dedicándose al arte de la incrustación de filigrana. Como demuestra su pieza de la apsara, domina las “tres técnicas principales” que intervienen en este delicado oficio: zhitai (modelado de la base), huasi (elaboración de filigranas) y zanke (un fino grabado que se realiza con cincel).
Según explica, el zhitai consiste en “esbozar la forma básica de la figura mediante la forja y el grabado, lo que implica diseñar la pose y la expresión del personaje”. En la siguiente fase, huasi, se tejen con delicadeza hilos de oro y plata para imprimir elegancia y movimiento. En este caso, Yuan los aplica en la falda de la escultura, “donde cada línea y textura está elaborada para evocar la ligereza y transparencia de la seda”. Por último, el zanke es el suave cincelado que culmina el proceso.
Desde la dinastía Han
Junto con la talla de jade o el cloisonné, el arte de la incrustación de filigrana es una de las ocho artesanías imperiales más famosas de la antigua China. Su origen se remonta a tiempos de la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.), hace más de 2.000 años, aunque alcanzó su máximo esplendor durante las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), cuando se solía utilizar para crear opulentas joyas, adornos ceremoniales y artefactos para la corte.
La técnica consiste en retorcer hilos de oro puro o plata, tan finos como un cabello, para alumbrar intrincadas formas, como patrones florales, diseños de animales o símbolos de la buena suerte. Luego se soldan sobre una base y se adornan con piedras preciosas, perlas, esmalte o plumas de martín pescador.
El proceso exige precisión, paciencia y mucha técnica. Terminar algunas piezas puede llevar meses o incluso años. Hay quien piensa, por error, que este oficio solo consiste en decorar, pero en realidad implica mucha destreza y es una de las disciplinas más complejas de la artesanía tradicional. “Muchos de nuestros objetos históricos de oro y plata, así como algunos de bronce, son incrustaciones de filigranas”, recuerda Yuan.
Según recalca, “cada una de las tres técnicas que forman parte del proceso sirve por sí sola para crear obras de arte”. Por ejemplo, existen teteras o vasijas tradicionales para vino hechas únicamente a partir del zhitai, mientras que algunas coronas de la dinastía Ming solo contienen huasi, recuerda Yuan.
En la actualidad, una de sus obras está expuesta en el Museo Nacional de Artes y Oficios de China. Se trata de un biombo decorativo que utiliza el zanke para representar la majestuosidad de la Gran Muralla China con todo lujo de detalles.
Como experto en el arte de la incrustación de filigrana, Patrimonio Cultural Inmaterial de China desde 2008, Yuan ha recibido múltiples galardones. Además de pertenecer a la tercer generación de especialistas en esta disciplina, ha sido distinguido como maestro de la tradición y el arte chinos. Por otro lado, sus obras han cosechado numerosos premios internacionales, entre ellos el que otorga Naciones Unidas a la promoción del patrimonio cultural inmaterial, que ganó en octubre.
Yuan, que durante años ha dado clase en la Escuela Técnica de Artes y Oficios de Beijing, tiene claro cuál es su misión: formar a las nuevas generaciones de artesanos para que el oficio no se pierda.