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Tras la pista del último matriarcado
Una mujer y su nieta muestran telas tradicionales en una aldea mosuo junto al lago Lugu.

Tras la pista del último matriarcado

En un recóndito lago de la provincia de Yunnan, los mosuo mantienen casi intacta una organización social única en el mundo. Las mujeres articulan los hogares y ceden su apellido a los hijos
HOU CHENCHEN Y LI YINGQING - 11 Jun 2025 12:57

En una sociedad donde las mujeres llevan las riendas, ¿en qué consiste ser hombre? Viajeros de todo el mundo acuden a la aldea de Luoshui, Lijiang, para averiguarlo. Quieren conocer de cerca al pueblo étnico mosuo, que se rige por uno de los últimos sistemas matriarcales que quedan en el planeta.

En una pequeña casa de madera a orillas del lago Lugu, en la provincia de Yunnan, Geze Duoji comparte historias sobre su peculiar cultura, que cuenta con una organización única en el mundo donde ellas marcan la pauta. Sentado en lo que tradicionalmente se llama “la habitación de la abuela”, este hombre de 54 años relata las curiosas dinámicas de su comunidad.

“Practicamos un sistema llamado zouhun o matrimonio ambulante, en el que los hombres visitan a sus parejas por la noche. Llegan cuando la familia de la mujer se ha ido a la cama, generalmente alrededor de la medianoche, y se marchan antes del amanecer para regresar con su propia familia”, explica Geze a los visitantes. En la etnia mosuo, integrada por más de 50.000 personas, las relaciones se basan solo en el afecto mutuo. No están sujetas a presiones económicas ni sociales.

Las familias, bastante extensas, se concentran en torno a las abuelas y forman hogares muy unidos, donde las pertenencias se comparten entre todos por igual. Tanto hombres como mujeres asumen la responsabilidad de criar a los hijos de la familia, independientemente de quiénes sean sus progenitores, y contemplan la crianza como una labor colectiva. Además, los niños heredan el apellido de la madre.

Fascinados por la utopía

Pese a que a menudo lo consultan con otros miembros de la familia, ellas suelen tomar las decisiones sobre planificación familiar. Deciden cuántos hijos desean tener y cuándo. “En nuestro idioma ni siquiera existe la palabra tía”, aclara Geze. “Todas las hermanas de tu madre son tus madres. No importa quién te diera a luz”, prosigue. Gracias a esta estructura social única, una de las últimas sociedades matrilineales que hay en el mundo, la posesividad, los celos o las preocupaciones sobre el estatus económico no condicionan las relaciones entre hombres y mujeres, cuenta. De hecho, asegura que en la cultura mosuo no hay prácticamente viudas, huérfanos, guerras ni crímenes.

Esta utopía, que tanto fascina a Occidente, ha sido a veces comparada con el mítico Shangri-La, el ficticio pueblo de la eterna juventud descrito por el escritor británico James Hilton en su novela Horizontes perdidos, de 1933.

Antes de los años noventa, apenas había turistas en Luoshui, recuerda Geze. Quienes acudían a conocer al pueblo mosuo eran sobre todo académicos, fotógrafos, mochileros extranjeros y delegaciones oficiales. “Nuestro estilo de vida llamó la atención de muchas turistas europeas, que lo consideraban un auténtico ejemplo de feminismo”, rememora Geze. “Algunas llegaron incluso a decir que les gustaría replicar el modelo en Reino Unido”.

Al principio, el pueblo mosuo funcionaba con trueques y no usaba moneda. En aquellos tiempos, la comunidad proporcionaba comida y alojamiento a los viajeros que la visitaban, pero recibía poco a cambio.

Según cuenta Geze, esta dinámica acabó agotando los recursos del pueblo, por lo que el Gobierno local intervino y estableció un sistema de tarifas. Nació así la industria turística regulada.

Parte de los 3.000 millones de yuanes (382 millones de euros) que China invierte en el desarrollo turístico de la región se destinan a preservar la cultura mosuo. Se espera que la inyección económica genere empleo y mejore su nivel de vida.

En la actualidad, la familia de Geze acoge a diario grupos de turistas que quieren realizar visitas a hogares mosuo, lo que les permite conocer de primera mano cómo vive este pueblo.

“Hemos pasado de depender por completo de la tierra a irnos alejando gradualmente de ella”, señala. “El cambio de estilo de vida nos ha traído más libertad y opciones. Cuando las cosechas se ven afectadas por culpa del clima, los ingresos que obtenemos del turismo nos permiten tener un medio de vida estable”.