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Una enciclopedia esculpida en piedra
Reproducción de una parte de las Grutas de Mogao en un museo de la provincia de Zhejiang. 

Una enciclopedia esculpida en piedra

Las grutas de Hexi, situadas en un tramo clave de la Ruta de la Seda, acumulan tantas capas de arte como pueblos pasaron por ellas. Este tesoro de la provincia de Gansu puede leerse hoy como un libro de historia
WANG KAIHAO - 01 Ago 2022 13:40

Antiguos exploradores y caravanas procedentes de diferentes civilizaciones atravesaron durante siglos los 1.000 kilómetros que integran el Corredor de Hexi. Este camino, situado en lo que hoy es la provincia china de Gansu y que significa literalmente “al oeste del río”, fue un tramo clave de la Ruta de la Seda: conectaba la región a lo largo del río Amarillo con los desiertos del oeste.

Al igual que comerciantes y aventureros, los monjes budistas también se enfrentaron a las dificultades de la ruta. A partir del siglo III, quizás viajando solos y con la única compañía de su fe y su paz interior, recorrieron la senda tratando de extender su religión. En la actualidad, todavía puede admirarse el extraordinario legado que dejaron: múltiples grutas budistas excavadas en las montañas.

En Dunhuang, en el extremo occidental del Corredor de Hexi, existen 492 cuevas que albergan espléndidos murales y esculturas que se realizaron entre el siglo IV y el XIV.  Se trata de las Grutas de Mogao, una auténtica enciclopedia en piedra que recoge las leyendas de los muchos pueblos que circularon por la Ruta de la Seda. Cerca del borde oriental, en Tianshui, se encuentran las Grutas de Maijishan, donde figuras sonrientes humanizan el aura solemne de las deidades. Ambos enclaves forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. 

La provincia de Gansu alberga cerca de 200 lugares con grutas budistas, la mayoría de ellas diseminadas a lo largo del Corredor de Hexi. “Los grandes complejos de Mogao y Maijishan, junto con los cientos de conjuntos menores de grutas situados en Hexi, conservan rastros de interacción cultural y creación humana de los últimos 1.600 años”, recuerda el estadounidense Neil Schmid. Para este sinólogo e investigador de la prestigiosa Academia de Dunhuang, que tiene sede en Mogao pero que también vela por otros conjuntos de grutas, se trata de un patrimonio con relevancia mundial.

“Resulta tentador comparar las Grutas de Mogao con hitos de Occidente, como la catedral de Notre Dame en París”, afirma Schmid. “Ambos son lugares sagrados de fama mundial, con su propia historia y características. Pero la gran diferencia radica en que Mogao, al igual que otras grutas de Gansu, se encuentra justo en medio de la gran ruta de intercambio económico y cultural que atravesaba Eurasia. Debido a esta situación geográfica excepcional, las cuevas no solo se desarrollaron dentro de una compleja matriz cultural, sino que se vieron obligadas a adaptarse y evolucionar según fueron cambiando las prácticas religiosas, las doctrinas y los estilos artísticos a lo largo de cientos de años”, relata. “Esta circunstancia generó las múltiples capas patrimoniales que podemos admirar en la actualidad”.    

Poder mágico y político

Si pudiéramos retroceder 1.600 años en el tiempo, comprobaríamos que el Corredor de Hexi no era la romántica galería de arte que vemos hoy. Azotado por continuas guerras, el territorio atravesaba una de las épocas más oscuras que conoció el norte de China en la antigüedad: el período de los Dieciséis Reinos (304-439). En este tiempo de caos, en el que se sucedían las conquistas entre reinos, la población disminuyó de forma drástica.

No obstante, Juqu Mengxun, un líder nómada que se apoderó del trono de Liang del Norte (397-439) en el año 401, pareció encontrar en el budismo un remedio para el sufrimiento. A menudo se le atribuyen a él los primeros proyectos a gran escala en el Corredor de Hexi. Según Schmid, tuvo varios motivos para alentar la construcción de las grutas. El budismo no solo era una fuente de espiritualidad, valores y referentes morales, sino también de poder mágico, político y, por supuesto, de prestigio. Atrayendo a conocidos monjes, patrocinando la traducción de las escrituras y construyendo monasterios y templos en las cuevas, Juqu logró tener una autoridad estratégica, muy necesaria en un periodo de rivalidad entre reinos. 

Durante mucho tiempo se especuló con que las cuevas de Juqu se encontraban en el mismo lugar que las Grutas de Tiantishan en Wuwei, un asunto que se ha ido despejando con los hallazgos de las últimas décadas. En 1959, los murales de estas últimas se reubicaron en la ciudad de Lanzhou para salvarlos de posibles inundaciones debido a la construcción cercana de una presa. Allí se descubrió que, bajo una capa de pintura aplicada siglos después, se escondía una pieza que se remontaba al reino de Liang del Norte. A este descubrimiento se han sumado otros similares desde 2015. Hoy, aunque aquellas obras tempranas no pueden verse en las grutas, el público es capaz de imaginar cómo eran las peregrinaciones de antaño a los templos budistas del Corredor de Hexi.