Provistos de mochilas y cascos de realidad virtual, quienes visitan el yacimiento arqueológico de Sanxingdui pueden explorar de cerca siete pozos de sacrificio. La tecnología les permite agacharse para inspeccionar piezas enterradas, seguir a los arqueólogos hasta su oficina para ver cómo trabajan e incluso sostener en sus manos famosas reliquias, como la valiosa máscara de oro encontrada allí.
Nada de esto sería posible en el yacimiento original. En Deyang, provincia de Sichuan, los auténticos pozos se encuentran protegidos tras paredes de cristal, en salas con la temperatura y la humedad controladas. Acercarse no está permitido.
El Museo de Sanxingdui, uno de los más populares de China, ofrece desde agosto visitas virtuales por fosas sacrificiales que se acaban de excavar. Numerosas personas han disfrutado ya de esta experiencia, que dura 30 minutos y está en fase de pruebas. Todos los días hay cola en la puerta.
La propuesta supone un gran paso para la transformación digital del centro. Según Dong Jing, su subdirectora, combinar la realidad virtual con información arqueológica proporciona una experiencia interactiva real y vívida. “Nuestro objetivo es utilizar la tecnología digital para ofrecer un mejor servicio al público y atraerlo hasta el museo para que entienda mejor las piezas”, señala.
Como en un videojuego
En los últimos años, diversos museos de China han adoptado medidas para sumarse a la digitalización. De acuerdo con expertos del sector, recurrir a los macrodatos, la realidad virtual, la realidad aumentada y la inteligencia artificial para mejorar la experiencia de los visitantes resulta ya ineludible. En febrero, el Museo de Shanghai inauguró una nueva sede.
El moderno edificio dedica una sala del tamaño de una pista de baloncesto a Jiangnan Poético, un espectáculo inmersivo de 18 minutos que lleva a los visitantes a la dinastía Ming de la mano del pintor Dong Qichang. Junto a él, el público se adentra en 15 cuadros de paisajes creados a lo largo de mil años por 12 artistas diferentes.
Mientras recorren estas obras digitales –todas ellas de la colección del museo–, las personas pueden hablar con el avatar de Dong, interactuar con proyecciones de peces que nadan por el suelo de la sala o contemplar cómo caen pétalos de flores en un río virtual. La propuesta, que arrancó en junio, tiene tanto éxito que hay que reservar con dos semanas de antelación.
Ese mismo mes, el Museo de Hunan, en Changsha, provincia de Hunan, lanzó también su primera muestra digital. El arte de la vida: exposición multimedia de la cultura de la dinastía Han de Mawangdui permite que los espectadores pueden experimentar en primera persona cómo era la vida hace 2.000 años.
En Nanjing, provincia de Jiangsu, el Museo de Arte de Deji ha digitalizado la pintura histórica Una era en Jinling para que los visitantes interactúen con ella. La obra, un paisaje urbano antiguo, mide 110 metros y se proyecta sobre las paredes. Gracias a unas pulseras eléctricas especiales, el público puede sumergirse en el cuadro para hablar con los personajes que aparecen en la escena, jugar con los perros y gatos que deambulan por la obra o lanzar fuegos artificiales sobre los tejados.