Cinco millones de niños en todo el mundo juegan con robots educativos fabricados por la startup china Makeblock. Un 70% de las ventas de 2017, que alcanzaron los 26,2 millones de euros, proviene del extranjero. Según la compañía, ha vendido juguetes en 140 países y se utilizan en 20.000 escuelas. Un informe de la firma china de tecnología educativa JMDedu afirma que la facturación de la industria en China el año pasado fue de 70,85 millones de euros, lo que supuso el 10,8% del total mundial.
Chris Chen tiene 6 años, vive en Beijing y le encanta construir robots y programar a un nivel básico, tareas que desarrollan su intelecto. Su madre, Qin Liu, asegura que el chaval aún no conoce el alfabeto inglés, pero en cambio es capaz de ensamblar en un pispás las piezas de un escarabajo, un gato o una rana.
El primer paso consiste en montar los componentes de estos juguetes (motores, cables, sensores, luces). Lo siguiente es programarlo para que ejecute tareas simples como moverse hacia delante o hacia atrás gracias a un código propio. Qin, de formación ingeniera, cuenta que le gustaría invertir más tiempo en educar a su hijo. Es muy importante que los niños aprendan ciertas actividades que con total seguridad desarrollarán en el futuro. Una analista de la consultora iiMedia se suma: “Los robots educativos ganan terreno gracias a padres modernos como Qin, que gastan en herramientas tecnológicas”.
Más educación y antes
Según el Instituto de Investigación de la Industria de Qianzhan, cada vez más padres jóvenes quieren educar a sus hijos desde que son pequeños. Entre los encuestados, el 41% afirma que está dispuesto a gastar entre 6.000 yuanes (784 euros) y 1.568 al año en productos y servicios que fomenten la educación en sus primeros estadios. Se espera que las ventas globales de robots educativos alcancen los 9.827 millones de euros para 2021. El año pasado fueron de 2.656 millones.
“El mercado va a despegar muy pronto”, asegura Wang Jianjun, fundador y director ejecutivo de Makeblock. “Las empresas pioneras se beneficiarán. Aprovecharemos la oportunidad de convertirnos en líderes de la industria”. Tecnológicas como Tencent Holdings Ltd y la empresa de soluciones de audio iFlytek Co compiten con nuevas compañías en este segmento emergente.
iFlytek, que tiene su sede en Hefei, provincia de Anhui, acaba de lanzar Alpha Egg, su último robot educativo. Cheng Quping tiene 43 años y dos hijos y ha gastado 378 euros en el cacharro. Alpha Egg es parecido a un muñeco, cuenta historias e incluso corre. Cuando Cheng está de viaje, puede hablar con sus hijos y verlos a través del robot. “Este artilugio ayuda a los padres ocupados a estar cerca de sus hijos”, cuenta Cheng, que reside con su familia en Hangzhou, provincia de Zhejiang.
Para Guo Jia, fundador y director de Turing (una compañía que asesora en el desarrollo de estas máquinas), “en comparación con los robots tradicionales, las máquinas nuevas hacen mucho más que hablar o responder preguntas sencillas”. Cuando Turing diseña un robot, se asegura de que el usuario pueda establecer algún tipo de relación con el dispositivo.
Para ilustrarlo, Guo empieza un diálogo con la máquina. “Canta una canción”, le pide. El aparato replica: “¿Cómo has sabido que estaba a punto de cantar?”. Este tipo de conversación fomenta la interactividad. Estos robots muestran estados de ánimo, se relacionan con los niños de una manera más cercana y hacen que el tiempo que pasen los usuarios con ellos sea mayor y de más calidad.