El 6 de mayo de 1979, unos 200 jóvenes de la aldea de Nanling cruzaron el río Shenzhen por la noche con la esperanza de empezar una nueva vida en Hong Kong. No era la primera desbandada en este pueblo. En las dos décadas anteriores, medio millar de vecinos habían dejado Nanling debido a la pobreza. El ingreso anual per capita era de 100 yuanes (13 euros). En ese momento en Hong Kong la renta era de 1.300 euros.
Pero medio siglo después, en lugar de huir, la gente acude en masa. Nanling se ha convertido en una de las zonas más prósperas del país. Sus habitantes son los propietarios de un parque industrial con 40 empresas, edificios de oficinas, centros comerciales y hoteles. Cada lugareño, como accionista, recibe un bono anual de 150.000 yuanes (19.300 euros).
Historias similares se dan en otras aldeas agrícolas y pesqueras en Shenzhen, que limita con Hong Kong al sur. El cambio de zona pobre a rica se produjo después de que China anunciara las políticas de reforma y apertura, en 1978, y designara a Shenzhen como la primera de las zonas económicas especiales, que disfruta de políticas flexibles y orientadas al mercado para atraer la inversión extranjera.
Nanling era muy dependiente de la actividad de Hong Kong. Entre la década de los ochenta y los noventa experimentó un crecimiento económico anual de casi el 40%. Desde entonces la ciudad, debido a la limitación de tierra y al aumento de los costes laborales, se ha centrado en el desarrollo de industrias de alto valor añadido (tecnología de la información, la biotecnología o la fabricación de equipos sofisticados). Se ha convertido en un imán para startups y en la sede de compañías como Huawei Technologies Co Ltd, Tencent Holdings Ltd y uno de los fabricantes de drones más grandes del mundo, DJI.
“No deberíamos aplicar nuestro enfoque basado en la innovación en los 1.997 kilómetros cuadrados de la región. Debemos tener una visión más amplia”, afirma Wang Weizhong, secretario del Partido de la zona, sabedor de que tras Shenzhen vendrán otras regiones con un modelo similar.
Desarrollo regional
Las autoridades locales quieren impulsar el desarrollo del área de la bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao y que en 2035 se convierta en un centro de innovación tecnológica mundial. La bahía es parte del plan del Gobierno para el desarrollo regional junto con el eje Beijing-Tianjin-Hebei y el cinturón económico de Yangtsé. La zona, que consta de 11 ciudades con una población de 67 millones, generó un PIB de 1.275 millones de euros el año pasado. Superó a la bahía de San Francisco y a Rusia.
La ambición de Shenzhen ilustra el cambio que China ha experimentado, que le ha llevado de ser un país subdesarrollado hace cuatro décadas a convertirse en la segunda economía del mundo gracias a su aperturismo. El país aboga por construir una economía mundial abierta y busca el desarrollo común con otros países.
Para mantenerse en la primera línea tecnológica, Shenzhen ha redoblado sus esfuerzos con los que atrae a profesionales altamente cualificados y brinda apoyo financiero para nuevas empresas tecnológicas. La Iniciativa de Pavo Real es un programa creado en 2011 para atraer este tipo de profesionales. Bajo esta iniciativa, se proporcionan hasta 13 millones de euros a cada equipo con el objetivo de lograr avances científicos.
Este año, Shenzhen construirá diez laboratorios dirigidos por científicos ganadores del Premio Nobel para lograr avances en química, medicina, fotoelectricidad, robótica y telecomunicaciones 5G... La ciudad ha atraído a varios premios Nobel: Robert Grubbs, Shuji Nakamura y Barry Marshall, que son pioneros en energía, materiales, óptica y medicina.
“El espíritu de innovación está arraigado en Shenzhen”, dice Shen Jianbo, cofundador y director ejecutivo de Smart Dynamics Co Ltd, una startup de diseño y desarrollo de robots. “Es una ciudad vibrante en la que puedes concentrarte en la innovación tecnológica sin preocuparte demasiado por otras cosas”. Shen fundó la compañía en 2015 con unos amigos. “El Gobierno local nos ofreció apoyo financiero e incentivos como vivienda y atención médica”.
“Una razón por la que Silicon Valley e Israel se convirtieron en centros de innovación es que atrajeron mucha inversión”, cuenta Wang. “Shenzhen tiene cierta carencia a pesar de que hay 50.000 compañías especializadas”. Este año el Gobierno fijó un fondo de 642 millones de euros. “Se necesita paciencia y capital para fomentar la innovación”, dice Wang, que fue viceministro de ciencia y tecnología entre 2010 y 2014. “No es algo que tenga un retorno inmediato. Se debe tener una visión a largo plazo y dar el primer paso. Cuanto antes mejor”.
Nanling estableció una “hucha” de 64 millones de euros el pasado mayo de sus ingresos colectivos para invertir en empresas estratégicas en áreas como fabricación de chips, inteligencia artificial y ciencias biológicas. “Espero que algún día pueda llevar a mis vecinos a tocar la campana en una bolsa de valores”, dice Zhang Yubiao, secretario del Partido y natural de la aldea.