A pesar de que se ha producido una desaceleración respecto a años anteriores, el objetivo de crecimiento del producto interior bruto (PIB) que se ha fijado China persigue un progreso económico de altura que requerirá del apoyo de políticas macroeconómicas. Así lo expresó el primer ministro del país, Li Keqiang, el pasado 11 de marzo, seis días después de que se presentara el Informe sobre la labor del Gobierno durante la inauguración de la quinta sesión de la XIII Asamblea Popular Nacional. En el documento, Li revela que China se centrará en estabilizar los pilares de su economía, para lo que se ha propuesto como meta que su PIB aumente cerca del 5,5%.
Cumplir este objetivo supone que el país añadirá este año 9 billones de yuanes (1,3 billones de euros) a su producción nominal, mucho más que hace una década, cuando se logró una tasa de crecimiento aún mayor, señaló Li en la rueda de prensa que cerró la sesión. “El crecimiento es aparentemente más lento, pero en realidad tiene más peso”, asegura el primer ministro. Según afirma, el aumento de producción que implica la meta de crecimiento que se ha marcado China para este año equivale a la producción agregada de una economía de tamaño mediano.
Lograr ese objetivo no es una tarea fácil. Teniendo en cuenta la progresiva incertidumbre y las presiones emergentes a la baja que están teniendo lugar, para conseguirlo se necesita el apoyo de políticas macroeconómicas, como aumentar el gasto fiscal para poder sostener la bajada y devolución de impuestos. Si bien el Informe sobre la labor del Gobierno prevé que esta última partida alcance los 2,5 billones de yuanes (356.000 millones de euros) este año, de los que casi 215.000 millones de euros se destinarán a la devolución del IVA, el primer ministro aseguró que el país está dispuesto a aumentar el reembolso tributario en caso de que valga la pena.
Con la puerta abierta
En base a estas afirmaciones, los expertos opinan que China puede relajar un poco su política fiscal y monetaria para conseguir sus objetivos de PIB, aunque de momento no descartan que tenga que recurrir a estímulos económicos masivos.
Pese a que el sector inmobiliario continúa débil y las tensiones geopolíticas han disparado los precios de las materias primas, algo que podría llegar a influir en el superávit comercial de China, la política macroeconómica del país debe capear el temporal con más fuerza y eficacia. Lo afirma Zhu Haibin, el principal economista de J.P. Morgan para China. Según señala, todavía hay margen durante los próximos meses para que el banco central reduzca sus tipos de interés oficiales en 10 puntos básicos y, su coeficiente de caja, en 50 puntos básicos. También para que la devolución y bajada de impuestos alivie la presión sobre el flujo de caja, especialmente en el sector manufacturero y los negocios pequeños.
Xiang Dong, subdirector de la Oficina de Investigación del Consejo de Estado, afirma que, con el fin de que las autoridades locales puedan abordar los recortes tributarios e implementar otras medidas de apoyo, se espera que el Gobierno central incremente el volumen de sus transferencias hacia estas administraciones en un 18% interanual, hasta que alcancen los 9,8 billones de yuanes (1,4 billones de euros), el mayor aumento desde 2012.
Para Li, se trata de medidas sostenibles y con visión de futuro, ya que tienen en cuenta los objetivos de desarrollo a largo plazo, como la lucha contra el cambio climático o la reducción de la brecha salarial y la deuda, entre otros.
Pese a que la deuda pública respecto al PIB se sitúa en un 2,8%, inferior al 3,2% de 2021, el Informe sobre la labor del Gobierno señala que el gasto fiscal aumentará en 2 billones de yuanes (286.000 millones de euros) respecto al año pasado. Según Li, China mantendrá su agenda a largo plazo de progresiva apertura y seguirá siendo un destino atractivo para la inversión extranjera mediante la aplicación de un trato igualitario a empresas estatales, privadas y procedentes del exterior.