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Cambiar la tienda por un apartamento
Uno de los vigilantes del Parque Nacional de Sanjiangyuan, supervisando sus vastas praderas.

Cambiar la tienda por un apartamento

Muchos habitantes de la meseta Qinghai-Tíbet han accedido a una casa y a un empleo estable gracias a su trabajo como vigilantes en el Parque Nacional de Sanjiangyuan, el más grande de China
XU HAOYU - 26 Ene 2023 8:00

Con sus 123.100 kilómetros cuadrados, el Parque Nacional de Sanjiangyuan es el primero y más grande de China. Se encuentra en el corazón de la meseta Qinghai-Tíbet, al sur de la provincia de Qinghai, y su nombre significa “fuente de los tres ríos”.

Desde que se convirtió en un territorio protegido, en 2016, más de 20.000 vecinos han participado en las tareas de gestión y protección medioambiental del parque. Es el resultado de una política que busca ofrecer puestos de trabajo a todos los hogares de la zona y que está cumpliendo sus objetivos. 

“El día que me dieron mi tarjeta de identificación de empleado y el brazalete oficial de guarda, me emocionó poder trabajar protegiendo la naturaleza”, afirma con una amplia sonrisa Tongde, de 44 años. Vive en la prefectura autónoma tibetana de Golog, en Qinghai, y se unió por primera vez a la patrulla del parque en 2013. “Estoy contento desde el primer día”, asegura. 

Los tres ríos a los que alude el nombre de Sanjiangyuan son el Yangtsé, el Amarillo y el Lancang. Todos ellos nacen en el territorio del parque, que apenas está poblado y cuenta con una altitud media de 4.500 metros. Estas características lo convierten en el hábitat perfecto para especies como el antílope y la gacela tibetanos, el leopardo de las nieves, el ciervo de hocico blanco y la grulla de cuello negro. 

Más animales salvajes

Como consecuencia de la atenta vigilancia de las patrullas locales y de la creciente conciencia medioambiental, el parque cuenta ahora con un 30% más de vegetación que hace 20 años, según las autoridades locales. Los guardabosques mantienen la zona limpia y segura todos los días, y se encargan de que no haya basura en las praderas. Gracias a ello, los pastos se ven exuberantes y llenos de colorido, asegura Tashi, otro de los vigilantes tibetanos del parque que vive en la prefectura de Golog. Tiene 51 años y se unió a las patrullas en 2016. 

Según cuenta, el número de animales salvajes va en aumento debido al buen estado de los pastos, que constituyen su alimento. Antes, especies como el burro tibetano solían esconderse de los humanos, pero ahora es posible verlos por todas partes. Desde que la caza está prohibida, ya no tienen miedo ni huyen como antes. La fauna está recuperando su libertad y, en paralelo, los vigilantes han accedido a una casa y a un trabajo estable.  

Tashi, que nació en la prefectura autónoma tibetana de Yushu, en Qinghai, conoció a su esposa en Golog hace más de diez años. Se instalaron allí en una tienda de campaña rodeada de tierras de cultivo y tuvieron dos hijos. Sin embargo, Tashi apenas ganaba 5.000 yuanes (713 euros) al año vendiendo los 20 yaks y 100 ovejas que criaba y, en ocasiones, se veía obligado a trabajar en la construcción para poder mantener a su familia. La tienda en la que vivían no tenía baño, algo que resultaba especialmente duro durante el invierno, que en la meseta Qinghai-Tíbet dura 11 meses.

Sin embargo, su situación cambió cuando, en 2007, se animó a los pastores a dejar de destinar los pastos al ganado y devolvérselos a los animales salvajes. Quienes respondieron a este llamamiento recibieron una subvención del Gobierno. 

Ahora la familia de Tashi tiene un apartamento de 95 metros cuadrados con agua y electricidad gratis y todos sus miembros reciben un subsidio de 9.600 yuanes (1.370 euros) al año. El día a día es mucho más fácil. “No encuentro palabras para explicar lo agradecido que estoy. Ya no tengo que preocuparme si hace viento o llueve y puedo sentarme tranquilamente en mi casa a admirar el paisaje”, dice Tashi. Aún le queda un gran sueño por cumplir: que sus hijos puedan ir a la universidad y después regresen a casa para contribuir al desarrollo económico y medioambiental de la zona.  

La calidad de vida de Tongde, otro de los pastores tibetanos que han accedido a una vivienda, también ha mejorado gracias a su trabajo fijo como vigilante. Ahora puede dedicarse a sus dos grandes aficiones: la decoración y la música. En 2020 invirtió el salario de un mes en comprar el mobiliario de su salón. Lo cuida con mimo a diario. Las únicas canciones que podía escuchar antes eran las que cantaba con sus amigos, pero en la actualidad su nuevo tocadiscos le permite disfrutar de cualquier melodía desde casa. “Es pura magia”, asegura.