Cuando era pequeño, Zhuo Qiang soñaba a menudo que se convertía en un león y corría en libertad por vastas llanuras verdes. Ahora, con 46 años, este chino lleva casi una década viviendo y trabajando entre estos animales en África, donde se dedica a conservar la vida salvaje. Los locales lo llaman Simba, “león” en suajili.
“África resultó ser tal y como me la había imaginado en mis sueños de infancia”, afirma Zhuo. “Cuando vi por primera vez a los leones en su hábitat y supe que se estaban extinguiendo, decidí protegerlos”, explica. No fue, sin embargo, una decisión fácil. Ni siquiera para él. A los 30 dejó todo en China para dedicarse a la vida salvaje en la otra punta del mundo, pero tardó seis años en pensárselo antes de presentar su renuncia en el trabajo y establecerse en Kenia. Corría 2011 y recaló en el área protegida Ol Kinyei, en la Reserva Nacional de Masái Mara.
Durante sus primeros días en África tenía pocos contactos y recursos limitados, pero aun así se lanzó a recorrer la sabana. Conforme iba montando tiendas de campaña, empezó a comprender la naturaleza de los leones y la relación que existía entre ellos y los nativos. Dormía en el desierto, pero nunca se preocupó por su seguridad. Los leones, asegura, son seres extremadamente inteligentes que en una situación normal no atacan a los humanos.
Espacio para unos, ingresos para otros
Como sucede en cualquier otro lugar, la presencia humana supone un desafío para la vida salvaje en África. Al ver su espacio invadido, los leones a veces atacan al ganado de los nativos para alimentarse y provocan grandes pérdidas. Al observar esto, Zhuo ideó un paquete de medidas para proteger tanto el estilo de vida de los animales como el bienestar de la población local.
Además de cooperar con las autoridades y las organizaciones para recaudar fondos y combatir la caza furtiva, arrienda pastos a las comunidades para poder incluirlos dentro de la reserva. De esta manera, los animales tienen más espacio para moverse y los indígenas reciben ingresos al tiempo que pueden trabajar como guías.
“Ayudar primero a la población local es la única manera de conseguir conservar la vida salvaje”, explica Zhuo. “Los nativos se han dado cuenta de que, protegiendo a los animales, se protegen también a sí mismos. Ahora asumen el cuidado de la naturaleza como una responsabilidad propia, y eso es lo que más me enorgullece”.
Una semilla que crece
Gracias a su contribución al bienestar de las comunidades y a su papel como mediador entre humanos y leones, Zhuo se convirtió en 2015 en el primer miembro chino de la tribu masái. “Estos animales tienen mucho en común con las personas”, asegura. “Al igual que los leones, los masái son valientes, cariñosos y amables”, señala. “Todos somos animales sociales”.

De la misma manera que los jóvenes leones suceden a los viejos como dueños de la sabana, una nueva generación de ecologistas está relevando a quienes llegaron primero. Zhuoyang Linger, hija de Zhuo y estudiante de Secundaria de 15 años, pasa las vacaciones de verano en Kenia ayudando a su padre en la ONG desde 2016. Su trabajo también ha inspirado a Huang Hongxiang, un defensor de la vida salvaje que lucha contra el comercio de marfil. Le motivó para fundar China House, una compañía que tiene como objetivo impulsar la comunicación entre el país asiático y África.
Según un informe publicado por esta institución, cada vez más chinos se están involucrando en la defensa de la naturaleza africana, algo para lo que no necesariamente se necesita desplazarse al continente. También desde casa es posible ayudar.
“Cualquier persona puede contribuir a proteger la vida salvaje y el ecosistema”, indica Zhuo. “Basta con ahorrar un poco de agua al ducharse, ser bondadoso con los animales o dejar de comprar productos que procedan de especies salvajes”, recuerda. “Al final, tu ejemplo puede inspirar a las personas que tienes alrededor”.