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Mucho más que un remiendo
Zhu Boming, junto a una de sus clientes, en el taller-hospital que tiene instalado en su casa de Shanghai.

Mucho más que un remiendo

La clínica del ‘doctor’ Zhu restaura peluches. Devolver la vida a estos objetos, conectados con la infancia de sus dueños a través de vínculos afectivos, tiene para los adultos una función terapéutica
WANG QIAN - 04 Oct 2021 10:18

No pueden hablar, pero escuchan confidencias  y atesoran un sinfín de secretos. Por eso, muchos consideran que los peluches que tuvieron en su infancia fueron en realidad sus primeros amigos. 

La mayoría de las personas aprendió a compartir y a comunicarse con estos seres de trapo y algunas mantienen con ellos un vínculo especial que se prolonga hasta la edad adulta. No obstante, el paso del tiempo hace estragos en los muñecos, que a menudo acaban desgastados, rotos o convertidos en harapos. 

Zhu Boming, un jubilado de Shanghai de 74 años, soluciona estos problemas. Ha abierto una clínica en su casa para cuidar juguetes dañados y devolverles la salud. Allí realiza desde limpiezas a fondo hasta operaciones de cirugía mayor. Ha tratado a cientos de pacientes, enviados desde todos los rincones de China y parte del extranjero. 

“Cada muñeco tiene un alma propia y es insustituible para sus dueños”, explica Zhu, para quien estos objetos tienden puentes con un pasado que puede ser triste o alegre. Sanar a un peluche significa viajar hasta los recuerdos más intensos de sus dueños, por lo que muchos de ellos le cuentan sus vivencias de infancia. Algunos le hablan de tiempos felices. Otros le explican que fueron de seres queridos. Cuando un peluche ingresa en la clínica, Zhu crea una ficha con su nombre, sexo, fecha de nacimiento, plan de tratamiento e historia. El más antiguo tiene 55 años. 

Insuflar una nueva vida a estos muñecos significa mucho para sus propietarios. Liu Juan, por ejemplo, lleva 30 años junto a su querida muñeca. Su padre, que falleció cuando ella tenía 28 años, se la regaló al cumplir los 4. “Cuando vi que se estaba desgastando, me preocupé, porque simboliza el amor que sentía mi padre hacia mí”, señala. Cuando escuchó hablar de Zhu en los medios de comunicación, la llevó a la clínica. “Después de un mes, está como nueva”, afirma satisfecha.

En función de las dolencias del paciente, el tratamiento puede costar entre varios cientos o varios miles de yuanes. Para Liu, se trata de dinero bien gastado, pero no todos los clientes piensan así.

Ligados al recuerdo

“Algunas personas ven a sus muñecos como amigos o miembros de su propia familia”, explica Zhu. “Al restaurarlos, no desean obtener algo nuevo, sino revivir recuerdos del pasado, asociados al olfato, el tacto o a sentimientos muy personales. Recrear todas esas sensaciones es imposible”, relata Zhu. De niño, descubrió que tenía talento con la aguja y el hilo cuando empezó a ayudar a su familia de cinco miembros a coser ropa. 

Sin embargo, no fue hasta hace 20 años cuando, mientras trabajaba como ingeniero, atendió a su primer paciente peludo: el oso polar de su hijo, Mingming. Le pagaron 17 yuanes (poco más de 2 euros) para que el peluche le hiciera compañía, ya que él estaba demasiado ocupado con su trabajo. Intentando compensar su ausencia como padre, sustituyó el relleno del peluche y le cosió las heridas. Sin embargo, cuando su hijo descubrió que el osito había cambiado de aspecto, se llevó un disgusto. La sonrisa que antes le ayudaba a dormir ya no estaba.

Zhu se dio así cuenta de que la restauración debía coincidir con los recuerdos si aspiraba a ser efectiva. La experiencia le inspiró para abrir su clínica y ofrecer un trato personalizado. Hoy, los clientes pueden hacer un seguimiento de la evolución de sus muñecos por WeChat. 

“Descubrí que lo importante a la hora de restaurar juguetes es  observar y comunicarse con sus dueños”, relata Zhu. Según afirma, estos objetos deben ser reparados porque forman parte la memoria de la infancia.