Lhamo Yudron se dedica al bordado tibetano y su taller es como una cámara forrada de coloridos tapices. En sus creaciones, que cuelgan con delicadeza de las paredes, pueden verse desde mastines autóctonos hasta antílopes o niñas aguadoras. También los ocho símbolos auspiciosos del budismo tibetano, entre los que figuran la caracola, el jarrón precioso o los peces dorados.
Junto con la pintura thangka y la artesanía con telas (que se recortan, se pegan y se vuelven a coser para generar impacto visual), este tipo de bordado se considera una de las tres artes principales del budismo tibetano. Su origen se remonta al siglo IX y se caracteriza por utilizar la técnica dieceng, que superpone unos diseños a otros por capas para crear un efecto tridimensional. Gracias a la particularidad de estos pespuntes, las obras adquieren textura y profundidad.
Una vida ligada al arte
Lhamo Yudron nació en una familia de bordadoras en la prefectura autónoma tibetana de Hainan, provincia de Qinghai. Solo por estar cerca de sus mayores, desde muy pequeña estuvo en contacto con las técnicas artísticas tibetanas. Después de ver bordados de todo el país en el Museo de Sichuan en Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan, su afición de la infancia pasó a convertirse en una pasión.
“Aquello me dejó alucinada. Me di cuenta del nivel de exquisitez que podían llegar a alcanzar los bordados”, cuenta. La experiencia la inspiró para continuar con la tradición en su ciudad natal, situada en la meseta Qinghai-Tíbet.
En 2006 comenzó a trabajar en una empresa de bordado tibetano fundada por su padre. Se puso a investigar nuevas técnicas que permitiesen dar una vuelta de tuerca a la tradición con el fin de llamar la atención de públicos más allá de la meseta. No obstante, descubrió que la mayor parte de la artesanía local se transmitía de generación en generación.
Impulsada por su deseo de abrir nuevos caminos, se levantaba todos los días a las 4.00 de la mañana para estudiar teoría del bordado. También pasaba mucho tiempo investigando en las bibliotecas. Con la ayuda del Gobierno local y de bordadoras experimentadas, participó en actividades de formación y en intercambios culturales. Durante ese proceso, fue abriendo poco a poco su mente.
En 2009, Lhamo Yudron creó en su ciudad una empresa de bordados. Trasladó diseños de los trajes tibetanos a tela, como paisajes de la naturaleza y estampas de la vida silvestre. A través de su arte, potenció la expresividad que tenían. Dos años más tarde, algunas de sus obras pasaron a formar parte de la colección del museo de la prefectura de Hainan.
El próximo gran reto
Movida por la necesidad de diseñar algo que marcara una diferencia en el bordado tibetano, Lhamo Yudron lleva desde 2018 trabajando junto con su padre en una enorme pieza sobre el rey Gesar, un héroe legendario de la antigüedad. Las dimensiones de esta obra, que mide cerca de un metro de ancho por 260 de largo, suponen un gran desafío. Para solventarlo, Lhamo Yudron y su equipo han desarrollado una técnica que permite trabajar sin costuras y también han modernizado los bastidores de bordado. “Ya hemos completado más de 200 metros y esperamos terminar la pieza para finales de este año”, afirma.
En la actualidad, sus creaciones pueden encontrarse en Beijing y en las provincias de Jiangsu y Zhejiang. Además, sus saquitos y pendientes se han hecho populares en los mercados turísticos locales.