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Perros para abordar el autismo
Wu Qi, realizando un tratamiento con sus perros en el Hospital Infantil de la Universidad de Soochow, en Jiangsu. 

Perros para abordar el autismo

Wu Qi es uno de los pioneros en aplicar la terapia asistida con animales en China. Su trabajo con niños que presentan dificultades en la interacción social ya está dando sus frutos
CANG WEI - 15 Oct 2019 16:19

De pequeño, Wu Qi era muy tímido. Se negaba a hablar con casi todo el mundo, hasta que un día encontró un cachorro recién nacido en un basurero y se hicieron amigos. “Le hablaba y compartía mi vida con él. Cambió mi personalidad y me ayudó a convertirme en la persona que soy hoy”, afirma Wu, que en la actualidad tiene 38 años.

Ha dejado atrás su introspección y se muestra alegre y optimista. Experto en comportamiento canino, es además uno de los precursores del primer programa de terapia asistida con animales en China.

Muchos le conocen hoy como “el susurrador de perros”, aunque algunos de los niños autistas a los que ayuda le han bautizado como “tío perro”. Aquel cachorro, al que cuidó en su provincia natal de Zhejiang mientras cursaba Primaria y Secundaria y más tarde durante sus estudios en la Universidad de Nanjing, marcó un antes y un después en su vida.

Su muerte le afectó profundamente, aunque no tardó en comprarse otro perro tras graduarse. Poco a poco, comenzó a cuidar animales de forma profesional. Aprendió a entrenarlos para que se adaptaran mejor a su entorno y a enseñarles a interactuar con humanos.

Cuando anunció a sus padres que dejaba su trabajo bien pagado como diseñador de videojuegos para dedicarse por completo al mundo de las mascotas, ambos se opusieron. Pesaban que no era digno para Wu, un chico con estudios, pero él perseveró. Fracasó un par de veces antes de empezar a ver la luz. Las dos tiendas de mascotas en las que se embarcó no funcionaron y en 2010 no tenía nada a su nombre más allá de sus seis perros.

No obstante, en 2011 empezó a dirigir una escuela de adiestramiento para mascotas en el distrito Jianye de Nanjijng con ayuda de sus amigos. Completó su formación visitando a expertos en Estados Unidos, Hong Kong y Taiwán.

Investigó el significado de los diferentes sonidos caninos, mejoró sus habilidades y se hizo un nombre en la industria. Al convertirse en invitado frecuente en programas de televisión, empezó a recibir llamadas de la audiencia. Una de ellas cambió el rumbo de su carrera.

Un método desconocido

“Hace siete años, una mujer me preguntó si podría llevar a su hijo a la escuela de adiestramiento para que viera a los perros. Me dijo que le encantaban, así que acepté”, relata Wu, al que más tarde le extrañó que el niño fuera tan frío con él cuando se conocieron en persona.

“Se negaba a hablar conmigo y me ignoraba. Solo reaccionaba cuando los perros estaban cerca”, recuerda. El pequeño era autista, pero su madre le ocultó esa información por miedo a que fuera rechazado.

Lejos de darle la espalda, Wu comenzó a entrevistarse con psicólogos y maestros, se formó en terapia asistida con animales y contactó con diversas instituciones para ofrecer su ayuda. “Me di cuenta de que los perros podían ser canales de comunicación con los niños autistas”, explica el experto canino, al que muchos centros rechazaron al principio porque pensaban que su método era un fraude.

“Aunque la terapia asistida con animales o TAA lleva utilizándose en países occidentales durante más de 100 años, pocos chinos habían oído hablar sobre ella o tenían interés. A otros les daba miedo que no fuese lo suficientemente segura”, señala.

Progresos visibles

El Centro de Educación y Capacitación Mingxin de Nanjing fue uno de los primeros en dar la bienvenida a Wu y a sus perros. Pese a que algunos maestros temían a los animales en inicio, decidieron continuar con el experimento después de verlos interactuar con los pequeños. Hoy están satisfechos con los resultados.

“Casi todos los niños que han participado en la terapia han progresado”, asegura Tao Jingjing, directora del centro. Según explica, ahora se programa una vez al mes y es una de las actividades más aplaudidas de la institución.

“Muchos niños reaccionan y se emocionan cuando ven a los perros. Están dispuestos a acercarse e incluso a tocarlos. Aunque algunos son reacios al principio, se acaban animando al ver que sus compañeros pasan un buen rato”, relata.

Wu ha conseguido grandes hazañas, como la lograda con un niño que no quería tener contacto físico con nadie. No solo acabó abrazando a los voluntarios del centro, sino también a su propia madre, que no pudo contener las lágrimas al ver la transformación de su hijo.