China y los países europeos necesitan colaborar de forma más estrecha en áreas clave de la transición energética –como la descarbonización, las renovables, el reciclaje y el uso de recursos minerales– para contribuir al desarrollo ecológico del planeta. Así lo recoge un informe reciente publicado conjuntamente por los Institutos de Estudios Internacionales de Shanghai (SIIS, por sus siglas en inglés) y la oficina de la organización ecologista internacional Greenpeace en Beijing, que alude a la velocidad con la que avanzan la transición energética global y la tecnología y señala las energías limpias como un punto crucial dentro de la cooperación entre ambas potencias.
Según destaca el documento, China y la Unión Europea se complementan de forma significativa a la hora de cooperar en el tema de las renovables, sobre todo en lo que se refiere a innovación tecnológica y desarrollo de estándares industriales. Esta colaboración no solo está motivada por incentivos políticos, sino también por intereses comunes en seguridad energética y en la promoción de las energías limpias.
“Esta sinergia no solo se ve reflejada en los mecanismos de coordinación establecidos desde las altas esferas, sino también en los visibles resultados que se obtienen gracias a los proyectos de colaboración”, afirma Yu Hongyuan, director de políticas públicas y estudios sobre innovación dentro de los SIIS. “En el futuro, el creciente apoyo a la descarbonización del sector energético por parte de China y Europa y la mayor presencia de cadenas de suministro ecológicas será clave para alcanzar los objetivos climáticos internacionales”, asegura.
Respuesta urgente ante el cambio climático
A pesar de que se han producido avances en las negociaciones climáticas globales, la transición energética todavía presenta desafíos, señala el informe. Aunque ha aumentado la inversión en renovales, persiste el riesgo de que esto no sea suficiente para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, que contemplan reforzar la respuesta internacional ante el cambio climático y limitar el aumento la temperatura global para este siglo por debajo de los 2 °C.
Además, China y la UE se enfrentan a distintos desafíos a la hora de abordar sus transiciones energéticas. Según el informe, el objetivo del país asiático es reducir el uso de combustibles fósiles, sobre todo del carbón, y garantizar al mismo tiempo la seguridad energética. Mientras tanto, los desacuerdos que existen entre los estados miembros de la UE respecto a políticas energéticas impiden el avance de una transición común, a lo que se suma la vulnerabilidad del continente debido a su dependencia energética del exterior y a factores geopolíticos.
Para abordar estos retos, Yu aboga por impular la cooperación entre ciudades de China y Europa y destaca que el país asiático tiene una gran capacidad para reducir costes en combustibles ecológicos a base de hidrógeno, así como en transporte o en el proceso de descarbonización. Según afirma, se trata de sectores en los que ambas potencias podrían colaborar, al tiempo que cita también otros de alto consumo, como el acero, o campos emergentes, como el de la energía eólica marina.
Zheng Ying, investigadora de la Sociedad de Ingenieros de Automoción de China, indica que las metas establecidas por la Directiva Europea de Energías Renovables son ambiciosas, como lograr que más del 42,5% del consumo energético proceda de fuentes limpias para 2030 o que incluso alcance el 45% para esa fecha. En 2022, ese porcentaje era del 23%, de acuerdo con cifras de la Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE.
“Alcanzar el objetivo requiere tener una gran capacidad para consumir renovables”, recalca Zheng. En su opinión, “desarrollar la industria de los vehículos eléctricos sería un paso decisivo para lograr la meta de 2030 y, puesto que la UE está fomentando en la actualidad este tipo de automóviles, se necesita realizar nuevos ajustes en la normativa del mercado de los eléctricos”.