La Reserva Natural Nacional de Maolan, al sur de la provincia de Guizhou, alberga una de las pocas arboledas que hay en el paralelo 25 norte. Se trata del bosque kárstico de Libo, también conocido como “la esmeralda del cinturón de la Tierra”.
Más de 2.670 especies de plantas vasculares, 586 de animales vertebrados y 1.589 de insectos, muchas de ellas en peligro de extinción, conviven en las 21.285 hectáreas de la reserva. El bosque kárstico de Libo, el único de este tipo que existe en el mundo, forma parte del Karst del Sur de China, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco no solo por su elevado valor estético, sino por representar el desarrollo del relieve kárstico de los trópicos y subtrópicos húmedos. En un día despejado, en este bosque pueden verse gigantescas montañas en forma de cono donde los árboles se yerguen como centinelas en la espesura verde. Como una cinta gris, el sendero destinado a visitantes serpentea entre el paisaje.
Aunque indomable, la vida es frágil, sobre todo en el ecosistema de un bosque kárstico. El sur de China, donde llueve y hace calor, presenta por lo general suelos espesos y fértiles. Un paisaje kárstico, por el contrario, se caracteriza porque sus rocas, de superficie porosa y agrietada, son moldeadas por el agua. Con el paso de los años, la lluvia las va erosionando y se generan grutas, de forma que el agua se filtra a través del suelo, explica Yan Lingbin, un profesor de la Universidad de Guizhou que estudia los ecosistemas kársticos. “Este tipo de terreno no permite que el suelo tenga mucho grosor, por lo que es raro ver árboles crecer en un entorno así”, señala. “De ahí que sean bosques tan frágiles y singulares”.
En los paisajes kársticos, la tierra y el agua desaparecen con facilidad. Además, y a diferencia de otros ecosistemas que cuentan con suelos más ácidos, los de estos bosques son alcalinos, ya que sus rocas contienen cantidades elevadas de magnesio y calcio. Esto hace que los seres vivos tengan que adaptarse a ellos, algo que también convierte Libo en algo único, relata Yan.
Los bosques kársticos tardan mucho más tiempo que otros en regenerarse. Necesitan cerca de ocho milenios para crear un centímetro de espesor en el suelo, mientras que zonas más fértiles apenas precisan de unas decenas de años para hacerlo, recuerda el profesor.
Aunque en el pasado existían otros bosques kársticos, la mayoría han desaparecido por culpa de la acción del hombre. El de Libo se sitúa 200 kilómetros al sureste de Guiyang, la capital de Guizhou, y según Yu Dengli, director de la oficina que gestiona la reserva natural, ha sobrevivido hasta nuestros días no solo porque se encuentra en una zona de difícil acceso y poco poblada, sino porque los grupos étnicos de la región respetan profundamente la naturaleza.
Tras décadas de esfuerzos, el bosque ha pasado de tener una cobertura forestal del 87% en la década de 1980 a un 89% en la actualidad e incluso supera el 92% en su zona central, indica Chen Zhengren, ingeniero jefe de la oficina. Según cuenta, los investigadores están trabajando duro ahora para cultivar plantas en peligro de extinción. En el futuro esperan que puedan crecer de forma salvaje en la naturaleza.