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Aprender a entenderse
Utilizar inteligencia artificial para mejorar la seguridad en las minas, una de las propuestas que se presentaron en el último Mobile World Congress de Shanghai, celebrado en junio. 

Aprender a entenderse

Un proyecto ubicado en Barcelona genera nuevas oportunidades para que España y China colaboren bajo dos modelos de regulación digital muy distintos. Según el autor, la confianza es clave para avanzar
THOMAS HOEREN - 12 Sep 2025 14:24

En un tranquilo barrio de Barcelona, lejos del bullicio turístico que generan las obras de Gaudí, se están levantando infraestructuras que no tienen nada que ver con el acero y el hormigón. Sin hacer mucho ruido, y desde el centro de servicios digitales Beijing-Barcelona, ingenieros chinos y españoles se sirven de código, ancho de banda y confianza para explorar modelos internacionales que regulen la alta tecnología.

Con su apuesta por el 5G en España, Huawei no solo pretende desplegar su tecnología, sino tender puentes entre dos modelos regulatorios muy distintos. Se trata, en definitiva, de una estrategia.

España, que es un miembro de la Unión Europea comprometido con los avances en materia digital, tiene una postura relativamente más flexible que algunos de sus países vecinos en cuanto a normativas y tecnología china. Esto le convierte en un territorio idóneo para experimentos. En este contexto, y al aliarse con entidades locales, la infraestructura de Huawei ha permitido generar un entorno de pruebas, que demuestra que las empresas chinas y europeas pueden colaborar para abordar aspectos sensibles del ámbito digital.

En este experimento, no obstante, no faltan las paradojas. La Ley de Mercados Digitales de la UE, una normativa emblemática diseñada para parar los pies a las grandes tecnológicas, apuesta por la apertura, la interoperabilidad y el empoderamiento de los usuarios. Por otro lado, la Ley de Seguridad de Datos de China prioriza la seguridad nacional y se muestra más vigilante respecto a la información que entra y sale del país. En teoría, ambas posturas parecen irreconciliables. Una defiende la libre circulación de datos a través de las fronteras y, la otra, un mayor control sobre ellos.

Sin embargo, es precisamente esa diferencia la que crea oportunidades. Sobre todo, para pequeñas y medianas empresas, que no suelen disponer de recursos legales y técnicos para desenvolverse en varios sistemas regulatorios a la vez. Si firmas como Huawei consiguen simplificar los trámites para cumplir las distintas normativas, o al menos agilizarlos, innovar resultará mucho más sencillo y barato. Por ejemplo, una startup de Barcelona que se dedique a la inteligencia artificial podría utilizar la tecnología de la compañía china y a la vez garantizar que los datos de sus usuarios estén completamente protegidos, como exige la normativa de la UE.

La colaboración entre Beijing y Barcelona es mucho más que un gesto simbólico. Ofrece la posibilidad, poco frecuente, de que dos sistemas distintos se beneficien mutuamente y se complementen, sin que uno quede por encima del otro. Pese a que los marcos éticos que China y la UE han diseñado para la IA difieren, ambos apuestan por la transparencia, la no discriminación y la rendición de cuentas. Aunque no estén legalmente alineados, esto podría dar pie a la interoperabilidad.

En este contexto, la confianza se convierte en la auténtica infraestructura. No se trata de compatibilizar cables de fibra óptica o torres 5G, sino de hacer que los protocolos, los métodos de auditoría y las relaciones humanas sean compatibles. En definitiva, se trata de desarrollar una especie de traducción regulatoria, que permita convivir a los dos modelos sin exigirles ser exactamente iguales.

Por supuesto, existen riesgos. A los críticos les preocupa que la presencia de Huawei en las redes europeas pueda amenazar la seguridad nacional, lo que sin duda debe tenerse en cuenta. Sin embargo, negarse en redondo a colaborar supone arriesgarse a no participar en la construcción de las reglas internacionales que regirán la alta tecnología. Levantar muros es fácil, pero crear estándares en los que todos puedan confiar resulta más complicado.

China y la UE no conseguirán pactar una ley de datos común a corto plazo. Pero lo que sí pueden hacer, empezando por alianzas como la de Barcelona, es demostrar que convivir y colaborar poco a poco en el ámbito digital –primero en proyectos pilotos, luego en protocolos comunes y después ayudando a pymes– no solo es posible, sino conveniente. En un mundo digital fragmentado, aprender a entenderse puede ser lo más importante. Después de todo, la confianza no solo se construye con tratados, sino también dando pasos.

Thomas Hoeren es profesor en el Instituto de Derecho de la Información, Telecomunicaciones y Medios de Comunicación de la Universidad de Münster (Alemania). Esta es una versión traducida y resumida de un artículo originalmente publicado en ‘China Daily’, que no comparte necesariamente las opiniones expresadas por el autor.