El primer ministro de China, Li Keqiang, destacó la importancia de “lograr un crecimiento de calidad” en la reunión anual de las dos sesiones, celebrada el pasado 5 de marzo en Beijing. “Estamos en un momento clave para realizar cambios estructurales y modificar el modelo económico”, subrayó Li. “El crecimiento rápido basado en la cantidad debe ser sustituido por un progreso de calidad”, recalcó.
El discurso pronunciado por Li en la primera sesión de la XIII Asamblea Popular Nacional marca la agenda del Gobierno para el próximo año. El máximo organismo legislativo se reúne al mismo tiempo que el Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, el principal órgano asesor político del país.
El objetivo de crecimiento del PIB para este año se fijó en torno al 6,5%. El plan del Gobierno, fijado tiempo atrás, pasa por alcanzar una “sociedad modestamente acomodada” para 2020, un año antes del centenario de la fundación del Partido Comunista de China. El país asiático necesita duplicar el PIB per cápita de 2010, para lo que se requiere un crecimiento medio del 6,2% en los próximos tres años.
Junto al objetivo del PIB, el Gobierno confía en que se creen 11 millones de puestos de trabajo en zonas urbanas, un aumento equitativo de la renta y un gasto eficiente de energía. “Todo va encaminado a construir una sociedad modestamente acomodada”, aseguró Li.
Stephen Roach, investigador de la Universidad de Yale y execonomista jefe de Morgan Stanley en Asia, reafirma que China toma la decisión acertada al centrarse en la calidad por encima de la cantidad. “Es necesario un modelo más sostenible. Una trasvase de la manufactura –más intensiva en recursos– a los servicios, que requieren menos medios”, añade. “Este nuevo progreso ya se aprecia, pero el viaje no ha hecho más que comenzar”, argumenta.
Nueve propuestas ineludibles
Li enunció nueve propuestas clave para los próximos años: intensificar las reformas estructurales por el lado de la oferta; aumentar la innovación; profundizar en las reformas –en particular las de las empresas estatales–; lidiar con lo que se describió como tres batallas críticas (desactivar los riesgos financieros, enfocarse en la pobreza y combatir la contaminación); revitalizar las áreas rurales; lograr un mayor desarrollo regional; abrir la economía a la inversión extranjera y mejorar el bienestar de las personas. “Promoveremos el desarrollo de calidad. El progreso es clave para resolver los problemas de nuestro país”, asegura.
El primer ministro Li Keqiang, en la sesión inaugural de la primera sesión de la XIII Asamblea Popular Nacional en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing, el 5 de marzo. XU JINGXING / CHINA DAILY
Zhu Ning, profesor de finanzas de la Universidad de Tsinghua, corrobora que el discurso pronunciado por Li está en línea con la Conferencia Central de Trabajo Económico, una reunión clave de política económica celebrada en Beijing el pasado diciembre. “El foco está en el desarrollo de la economía en general. La gente criticaba que el progreso de China apuntaba más al crecimiento que al desarrollo. El objetivo es lograr que este sea más inclusivo y más amplio que lo que arrojan los datos macroeconómicos”, afirma Zhu.
Kerry Brown, director del Instituto Lau en King’s College London y autor de El mundo de China: ¿Qué quiere China?, valora la ampliación de los objetivos. “Centrarse en una única estadística (la tasa del PIB) no es suficiente para lograr el reto. La gente se entusiasma cuando los datos macro suben y bajan, pero se ha de trasladar un mensaje más complejo”.
La previsión para este año fue la misma que se fijó en 2017 (6,2%), aunque esta vez sin la condición de que fuera “mayor en la medida de lo posible”. La tasa de crecimiento del año pasado superó la previsión y llegó al 6,9%, la primera vez que superaba la del curso anterior desde 2010. China es la segunda economía del mundo. Este año contribuirá con un 35% a la economía global, según el Fondo Monetario Internacional.
George Magnus, profesor del Centro de China de la Universidad de Oxford y experto en la economía nacional, argumenta que el crecimiento del año pasado por encima de las previsiones hace más fácil alcanzar el objetivo de 2020. “El 6,2% anual para los próximos tres años ha de ser suficiente. Hay incluso un poco de margen por si las cosas se tuercen. China puede permitirse un equilibrio entre la cantidad y la calidad”, concluye.