Mientras estudiaba en la biblioteca una fría mañana de otoño, Ni Fang se topó con un concepto académico que no conocía, así que sacó rápidamente su móvil para consultarlo. Conforme introducía el término en un motor de búsqueda, recibió una notificación de la red social Sina Weibo anunciándole noticias sobre su actor favorito. Pinchó en la alerta para enterarse y acabó viendo un montón de vídeos sobre él. Al cabo de más de una hora, se dio cuenta de que en realidad no había terminado su trabajo, que debía entregar al día siguiente. Molesta, cerró la aplicación y volvió a concentrarse en sus estudios.
Aquella misma noche, esta joven de Hangzhou, provincia de Zhejiang, se llevó otra sorpresa al comprobar por primera vez el tiempo que invertía en Sina Weibo. Descubrió que pasaba dentro de esta plataforma 34 horas a la semana, casi cinco al día.
“Llevo usándola seis o siete años y la consulto cada vez que saco el móvil como si fuera un acto reflejo”, señala Ni, que opina que las redes sociales pueden ser irritantes. Hasta cierto punto, resulta imposible ignorarlas. “Nunca pensé que les iba a dedicar tanto tiempo”, afirma la estudiante, que también revisa las plataformas Weixin y Douyin. Al igual que ella, muchas personas tienen dificultades para resistirse a las redes.
Según una encuesta elaborada en 2017 por la Academia de Ciencias Sociales de China y la tecnológica Tencent, el 73% de los jóvenes admite que consulta las redes sociales al menos una vez cada 15 minutos. Cerca del 71% asegura que también lo hace mientras está en el trabajo o asiste a reuniones.
La tendencia es mundial. En 2018, el think tank estadounidense Pew Research Center, que realiza sondeos de opinión, reveló que más de la mitad de los adolescentes admitía pasar demasiado tiempo con su móvil, mientras que el 41% confesaba abusar de las redes sociales.
Según un informe publicado en noviembre por la empresa alemana Statista, especializada en consumo y análisis de mercados, los internautas de todo el mundo pasan una media de dos horas y 22 minutos al día en redes, mientras que en China el promedio es de cerca de dos.
Para He Rihui, psiquiatra y ex miembro de la Asociación de Prevención y Tratamiento de la Drogadicción de China, la obsesión por las redes sociales responde a cuestiones psicológicas y a un complejo sistema de reacciones químicas que se producen en nuestro cerebro. “La gente quiere obtener al instante emociones positivas que no son fáciles de conseguir en la vida real. Sin embargo, tiene un sinfín de vídeos divertidos o amigos que viven en el extranjero a un solo toque de móvil”, indica. “Cada vez que alguien recibe un comentario en redes, el cerebro libera dopamina, lo que provoca satisfacción y nos incita a repetir ese comportamiento”, explica.
Sin punto final
Adam Alter, autor de Irresistible: el auge de la tecnología adictiva y el negocio de mantenernos enganchados, apunta otra razón por la que pasamos tanto tiempo en redes sociales: no hay en ellas
ninguna señal que nos incite a marcharnos, algo que sí sucedía con otros soportes informativos del siglo XX.
“Si coges un periódico y vas pasando las páginas, al cabo de un rato acabas llegando al final. Pasa lo mismo con las revistas, los libros o los programas de televisión. Siempre terminan en algún momento”, recuerda el experto en una charla TED.
Para Alter, el problema de las redes sociales es que nunca dejan de ofrecer noticias. “Twitter, Facebook o Instagram se están todo el rato alimentando y su contenido es inabarcable. Uno podría pasarse la vida entera revisándolos”.