Resulta imprescindible que los países colaboren a la hora de abordar investigaciones científicas y, si China y Europa suman su talento, aumentan su capacidad para encarar los desafíos que plantea el mundo de hoy. Así lo expresaron varios asistentes al acto inaugural del Programa de Intercambio de Jóvenes Científicos entre China y la Unión Europea, que tuvo lugar el 25 de julio en Beijing.
Organizado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología del país asiático, se trata de un proyecto que ayuda a científicos europeos a realizar estancias en universidades, centros de investigación y empresas tecnológicas del país asiático.
Calentamiento global, salud y tecnoética
“Durante siglos, el progreso de la humanidad se ha visto impulsado por una poderosa creencia: cuando hay mentes brillantes que se unen más allá de las fronteras, pueden lograr lo extraordinario”, afirmó Zied Moumni, decano del Instituto de Tecnología de Élite de París de la Universidad Jiao Tong de Shanghai.
“En la actualidad, cuando nos enfrentamos a retos que ningún país puede resolver en solitario –como el cambio climático, los límites éticos de la tecnología o la gestión de la inteligencia artificial–, que China y Europa colaboren en investigación científica no solo resulta valioso, sino vital”, aseguró.
Como ejemplo de estas colaboraciones, Moumni citó a los ingenieros europeos que trabajan en los desiertos de China para desarrollar tecnología de energía solar y a los jóvenes investigadores que, desde Berlín, París y Shanghai, comparten hallazgos que un día permitirán curar enfermedades o abastecer a las ciudades con energías renovables.
Qiao Yan, profesora del Instituto de Química de la Academia de Ciencias de China, señaló que tanto los jóvenes científicos chinos como los europeos tienen mucho en común: curiosidad, pasión y el anhelo de realizar contribuciones significativas a la ciencia. “Somos un puente que conecta distintas culturas científicas y las colaboraciones que llevemos a cabo definirán la próxima generación de avances científicos”, indicó.
Santiago Montero-Mendieta, investigador posdoctoral español en el Instituto de Zoología, que también pertenece a la Academia de Ciencias de China, explicó que eligió investigar en el país asiático debido a su potente entorno científico.
“Pedí una beca internacional de la Academia de Ciencias de China y me la dieron, y al mismo tiempo estaba barajando hacer un posdoc en Estados Unidos”, cuenta Montero-Mendieta, que finalmente se decantó por China y no se arrepiente. “Sentí que era bienvenido y pensé que aquí iba a tener más oportunidades científicas. Sin duda, tomé la decisión correcta”, señala.
Necesidad de proyectos a largo plazo
Según Moumni, la actual colaboración científica entre China y Europa no está exenta de dificultades. Sin embargo, cree que “la historia nos ha enseñado que los avances se producen cuando se opta por el diálogo en vez de por la división y cuando la cooperación no se entiende como un compromiso, sino como una práctica que multiplica nuestra fuerza”.
En este sentido, hizo un llamamiento para “agilizar los trámites de los visados para investigadores, destinar más fondos a proyectos conjuntos, crear marcos para proteger la propiedad intelectual y, al mismo tiempo, impulsar un intercambio abierto”. En su opinión, también es clave “invertir en las próximas generaciones, promover programas de intercambio de estudiantes y apostar por titulaciones conjuntas que forjen vínculos para toda la vida”.
Igor Vinograd, investigador alemán que trabaja en el Laboratorio de Campos Magnéticos Intensos de Grenoble, que pertenece al Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, considera fundamental invertir de forma permanente en investigaciones clave.
Según afirma, investigar hoy en día resulta complejo y requiere que los equipos de científicos trabajen de forma sostenida durante muchos años. Se necesita tiempo para experimentar y aprender de los errores, a menudo más de una década, recalca. Por ello, interrumpir proyectos, aunque sea durante menos de un año, puede tener consecuencias negativas a largo plazo.
“Europa y China deben mantener sus programas de colaboración e invertir en investigaciones clave a largo plazo. No se trata de que lo hagan durante unos pocos años, sino durante décadas”, sentencia.