El pasado 1 de noviembre se cosechó una importante cantidad de arroz cultivado con agua de mar en el humedal Yuwang de Weifang. En esta ciudad costera de la provincia de Shandong, la variedad que se siembra tolera la sal.
Hace unos años, los campos que rodeaban el humedal estaban cubiertos por una característica capa de escarcha generada por su elevada salinidad. Los lugareños solían llamarlos “tierras blancas”.
Después de tres años de esfuerzos dedicados a tratar el suelo y desarrollar semillas tolerantes a la sal, el terreno ha dejado de ser estéril. Ahora que es capaz de alumbrar cosechas de arroz cultivadas con agua de mar, se ha convertido en un ejemplo de cómo los suelos alcalinos pueden utilizarse de forma eficiente. Tian Guoqing, gerente jefe de Ciencias y Tecnologías Agrícolas Binyuan, la empresa de Shandong que gestiona este tipo de arrozales en el distrito de Hanting de Weifang, espera que este año las 3.866 hectáreas de cultivos que hay en la zona den incluso más frutos que en 2021.
Carlos Watson, representante en China de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advirtió en septiembre durante una conferencia internacional celebrada en Weifang que la “salinización del suelo es un problema ampliamente extendido por todo el mundo”.
Según el informe El estado de los recursos terrestres y hídricos del mundo para la alimentación y la agricultura, publicado por la FAO el año pasado, en todo el planeta hay más de 1.100 millones de hectáreas de tierra afectadas por la salinidad y la sodicidad, algo que degrada las propiedades del suelo. De ellas, el 60% son salinas, el 26% sódicas y, el 14%, salino-sódicas.
China, en concreto, cuenta con 100 millones de hectáreas de suelo salado, lo que supone una superficie de aproximadamente el tamaño de Egipto. No obstante, un tercio de esa superficie tiene potencial para ser cultivada, asegura su Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales.
Los agricultores del país se han comprometido a sacar rendimiento de todo el suelo salino, mejorando la calidad de la tierra para que sea cultivable o desarrollando variedades de cultivos tolerantes a la sal. En Shandong se han tratado ya más de 386.600 hectáreas de este tipo de terrenos para que puedan acoger plantaciones.
Dentro de la misma provincia, en Dongying, la zona donde el río Amarillo desemboca en la bahía de Bohai, existen grandes extensiones de tierra muy salina debido a la erosión del litoral y a los altos niveles de saturación de agua salada.
Wang Guangmei es responsable del Instituto de Investigación del Litoral de la Academia de Ciencias de China en Yantai y director de la estación de investigación y observación científica del ecosistema terrestre del delta del río Amarillo. Cuando visitó esta última zona hace cuatro años, se dio cuenta de que la tierra estaba agrietada. “Había manchas de sal por todas partes y apenas se veían plantas”, rememora.
Un modelo experimental
Con el fin de recuperar este suelo afectado por la sal, el Consejo de Estado aprobó en 2015 la creación del área de pruebas industriales de alta tecnología agrícola del delta del río Amarillo, situada en Dongying. Está previsto que la zona se convierta en un modelo de actuación integral para recuperar tierras salinas y que pueda contribuir a modernizar la agricultura.
El terreno de pruebas abarca 350 kilómetros cuadrados, de los que más del 80% son tierras afectadas por la sal, afirma el Gobierno local. Para mejorar la calidad del suelo, Wang y su equipo plantaron hierba y la utilizaron como forraje. “Con este tipo de vegetación podemos cubrir más superficie y reducir la acumulación de sal en la tierra, ya que la materia orgánica y los nutrientes de los pastos enriquecen el suelo”, explica Wang.
Su equipo ha desarrollado fertilizantes microbianos específicos para estos terrenos. Tras cuatro años de trabajo, el suelo de la zona de pruebas tiene ahora cerca de un 8% más de materia orgánica y ha reducido su contenido en sal en un 21%. En paralelo, los especialistas también están desarrollando vegetación tolerante a la salinidad. Mediante técnicas de última generación, ya se han cultivado en el área modelo 37 nuevas variedades de plantas capaces de resistirla, entre ellas quinoa, alfalfa, avena y triticale.