Durante los últimos 15 años, Fang Chun ha estado observando aves en Yanqing, un distrito del noroeste de Beijing al que cada vez llegan más de estos animales. Desde principios de febrero, este hombre de 54 años ha empezado además a seguirles la pista en el Parque Nacional de los Humedales del Lago de los Patos Salvajes, donde se estima que cada temporada recalan 100.000 aves migratorias para descansar de su viaje estival hacia el norte. “En noviembre y marzo, se convierte en el lago de los cisnes”, asegura. “Pueden verse estampas magníficas”.
“El 12 de febrero apareció un cisne cantor. El día 18 fueron cinco, dos serretas chicas –un tipo de pato buceador– y nueve ánades reales. También volaron alrededor del lago cerca de 1.000 grullas comunes”, puede leerse en el registro que lleva.
Fang, que solía enseñar Educación Física, acabó convirtiendo su pasatiempo en un trabajo gracias a lo que aprendió en libros, fotografías y consultas a expertos. Ahora es capaz de identificar distintas especies de un simple vistazo, tarea que lleva a cabo junto a tres compañeros en la estación de control del parque. Cuentan el número de ejemplares que pasan por allí y curan a las aves heridas durante la primavera y el otoño, las dos estaciones en las que se producen las migraciones.
Un terreno acogedor
En Beijing hay 88 estaciones que, como la de Fang, rastrean la vida salvaje. Cubren todas las lagunas clave, las rutas de migración y sus lugares de descanso. Según la Oficina de Jardinería y Ecología de Beijing, la ciudad albergaba el mes pasado más de 500 especies salvajes de fauna terrestre, mientras que en 1994 se registraron 461.
Solo en 2020, el Centro de Rescate de la Vida Salvaje de Beijing atendió a 1.189 animales, afirma Shi Yang, ingeniero y director de su departamento de fauna. “La mayoría de las especies raras que tratamos las encuentra la gente de la ciudad”, relata.
Casi todos los años, a partir de abril, aparece por el centro de rescate algún vencejo de Beijing, cuenta Shi. Estas pequeñas aves llegan en ese mes a la capital china para reproducirse, y luego viajan en agosto al sur de África.
“Los vecinos están familiarizados con este pájaro. Muchos nos llaman para decirnos que han encontrado algún vencejo herido o para pedirnos que lo curemos”, relata Shi, que cuando recoge un ejemplar le acaricia para que abra el pico y le alimenta seis veces al día. “El número de voluntarios que quieren cuidar la fauna de Beijing va en aumento y siento que cada vez más gente está aprendiendo cosas sobre los animales salvajes de la ciudad”, señala Shi.
Dai Mingchao, subdirector de la Oficina de Jardinería y Ecología de Beijing, asegura que la protección de las distintas especies y de sus hábitats ha mejorado para poder implementar mejor la normativa.
“Nuestro principal objetivo es proporcionar un hábitat acogedor para la fauna salvaje”, afirma. Según informa, la ciudad cuenta en la actualidad con 367.000 hectáreas de reservas naturales y paisajísticas, que representan el 22% de la superficie terrestre. Según los biólogos de la zona que se dedican a la conservación de la naturaleza, las montañas situadas al norte y oeste de Beijing proporcionan un lugar de descanso ideal para las aves migratorias, mientras que los antiguos parques y los edificios imperiales de la ciudad son perfectos para acoger a otras criaturas salvajes.
Fang, el avistador de aves de Yanqing, todavía se emociona cuando una nueva especie llega al Lago de los Patos Salvajes. El suyo es un trabajo solitario y, como otras personas que se dedican a esta tarea, pasa la mayor parte del día caminando por la orilla. “Espero poder compartir mi entusiasmo con más gente dentro de poco”, señala.