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El bosque que plantó cara al desierto
Vista aérea de Saihanba, con una torre de vigilancia en primer término. El bosque se encuentra en la provincia de Hebei. 

El bosque que plantó cara al desierto

Tres generaciones de reforestadores han convertido la tierra árida de Saihanba en un enorme mar de árboles. Esta selva artificial, que protege todo Beijing y su entorno, es una de las mayores del mundo
CHENG YUEZHU - 10 Oct 2022 11:50

Lo que antes era un árido desierto con tormentas de arena se ha convertido en un gran bosque que protege Beijing y sus regiones aledañas de desastres naturales. Saihanba, en el condado autónomo manchú y mongol de Weichang, provincia de Hebei, es nada menos que un milagro verde. 

Realizando un esfuerzo ímprobo, tres generaciones de guardabosques han transformado la tierra estéril en un mar de árboles con sus propias manos. Para la familia de Zhang Jianglai, es un orgullo haber contribuido a este extraordinario proyecto.

“Recuerdo perfectamente el día en que mi padre me llevó por primera vez a Saihanba. Era como un océano verde, con hileras de árboles que se extendían hasta donde alcanzaba la vista”, recuerda Zhang, que tiene hoy 29 años y nació y creció en el condado. Su padre, camionero, se dedicaba a transportar madera a la finca forestal. 

Aquel día quedó grabado en su memoria y, tras graduarse en la universidad, pidió trabajo en el bosque. En la actualidad, dirige una de sus secciones. “Los que nos precedieron hicieron un sólido trabajo. Ahora estamos reforzando aquella base y avanzando hacia adelante”, explica.   

En el pasado, Saihanba era una tierra rica en flora y fauna. La deforestación comenzó hacia el final de la dinastía Qing (1644-1911) y, más tarde, las guerras y conflictos que se sucedieron a lo largo del siglo XX acabaron reduciéndolo a un desierto. 

Una revolución verde

En 1962, el Gobierno central creó la Granja Forestal Mecánica de Saihanba y contrató a 369 jóvenes para recuperar aquel pulmón verde. La superficie de bosques, que entonces era del 18%, es en la actualidad del 82%. 

En 2017, el equipo de reforestadores ganó el premio Campeones de la Tierra de Naciones Unidas por su destacada labor en la recuperación del paisaje degradado. Durante una visita para inspeccionar la zona el año pasado, el presidente chino, Xi Jinping, destacó la labor de las tres generaciones de trabajadores que habían forjado el espíritu de Saihanba a través de actuaciones concretas: mantenerse fieles al objetivo original, trabajar duro, emprender y perseguir el desarrollo ecológico. 

En una intervención por videoconferencia en la Cumbre de la ONU sobre Biodiversidad de 2020, Xi aseguró que China siempre había dado prioridad a la ecología en su camino hacia el progreso, y que la había incorporado en cada una de las fases y dimensiones de su desarrollo económico y social. Según subrayó, el objetivo consiste en buscar un tipo de modernización que promueva la convivencia armónica entre las personas y la naturaleza. Este concepto deriva del término tianrenheyi de la antigua filosofía china. Tian significa literalmente “cielo” o “paraíso”, pero en realidad tiene un sentido más amplio que alude también a la naturaleza y al orden natural de las cosas, cuyos designios deben seguir los humanos. 

Inspirados por los clásicos

“El cielo y la tierra nacieron a la vez que yo, y las diez mil criaturas forman una sola conmigo”, afirmó el filósofo taoísta Zhuangzi. 

No obstante, la idea de que debe haber una armonía entre personas y naturaleza no se limita al taoísmo. El filósofo confuciano Mencius abogó por “amar a las personas y cuidar de todas las cosas”, mientras que Zhang Zai, de la dinastía Song (960-1279), afirmó que “todos los seres humanos son hermanos y todas las cosas, iguales”. 

Según Guo Wenbin, experto en cultura tradicional, la principal razón por la que varias escuelas de pensamiento, como el confucianismo o el taoísmo, hayan subrayado el mismo concepto es que comparten la misma raíz china, que bebe en gran medida de la observación astronómica. 

El calendario lunisolar chino, que subraya la importancia del sol y la luna en la vida cotidiana de las personas, es un ejemplo. Durante milenios desempeñó un gran papel en China, ya que guiaba la producción agrícola. 

“Para la antigua filosofía china, la naturaleza y todo lo que hay en ella está al mismo nivel. Juntos somos una sola cosa. Por eso, el pensamiento tradicional reclama que tratemos bien a la naturaleza y la cuidemos como se merece”, señala Guo. “En este marco filosófico, la relación que los seres humanos mantienen con su entorno es interactivo. Debemos estar agradecidos a la naturaleza. Si seguimos por esa senda, nos lo recompensará”, asegura. 

Con información de Zhang Yu