El ferrocarril está impulsando el turismo en el sureste de la Región Autónoma del Tíbet. Una línea de tren de 435 kilómetros une ahora la capital, Lhasa, con las ciudades de Lhokha y Nyingchi, situadas en el sur y en el sureste, respectivamente. Desde que empezó a funcionar, el 25 de junio, hasta finales de julio, la han utilizado más de 100.000 pasajeros.
Las tres urbes, conectadas por el paisaje y la tradición, comparten la geografía de la meseta y la singular cultura tibetana. Sin embargo, antes de que se inaugurara el ferrocarril, los turistas se veían obligados a pasar horas en la carretera para moverse entre ellas. Se tarda siete horas en ir de Lhasa a Nyingchi en autobús, pero ahora el trayecto puede hacerse en solo tres y media gracias al tren. Además, el nuevo transporte permite desplazarse desde Lhasa a Lhokha en tan solo 70 minutos.
Adiós al aislamiento
Con la inauguración de la línea, los trenes bala Fuxing cubren ya todas las regiones de la parte continental de China: se trata de la primera vez en la historia que pasan por el sureste del Tíbet.
Nyingchi es famosa por sus bosques vírgenes, montañas nevadas, lagos, glaciares y actividades étnicas. Durante el primer semestre del año recibió cinco millones de visitas, un 11% más que en el mismo período de 2019. Además, los ingresos de la ciudad han crecido un 7% respecto a los de hace dos años, situándose en 3,93 billones de yuanes (517 millones de euros).
Norbu Tsering, empleado de la Oficina de Turismo de la ciudad, constata que hay muchos más visitantes que en años anteriores. Según afirma, la principal razón es el tren, “mucho más cómodo y seguro”.
La línea Lhasa-Nyingchi constituye solo un ejemplo del rápido desarrollo que ha experimentado el transporte en el Tíbet durante las últimas siete décadas. Antes de 1951, las mercancías se llevaban a pie, en caballo o en yak, porque muchos pueblos no contaban con carreteras adecuadas. En la actualidad, además del ferrocarril, existe una red de calzadas que permite acceder a aldeas y pueblos.