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Estudiar en el extranjero ya no es solo para la élite
Un grupo de estudiantes posa para su foto de graduación en la Universidad de Monash, en Melbourne (Australia), el año pasado.

Estudiar en el extranjero ya no es solo para la élite

La mayoría de los cientos de miles de chinos que se forman fuera pertenece ya a la clase media, que ha visto aumentar sus oportunidades gracias al crecimiento económico
ZOU SHUO - 06 Nov 2019 8:33

“Mi hijo se ha matriculado en una universidad de Estados Unidos”. “El año que viene iré a Canadá como profesor visitante”. “Encontrar trabajo en Europa es muy difícil, así que volveré a China cuando me gradúe”.

Frases como estas son cada vez más comunes entre los estudiantes chinos, que ya no necesitan pertenecer a la élite para formarse en el extranjero. El crecimiento económico y el aumento del nivel de ingresos, unido a la apertura del país al mundo, han propiciado la popularización de esta práctica. De los que se van, la mayoría paga la estancia de su bolsillo. 

Según el Ministerio de Educación chino, el año pasado 662.100 chinos viajaron al extranjero para estudiar, lo que supone un aumento del 8,82% respecto a 2017. De ellos, el 90% corrió con los gastos y solo 65.800 recibieron subvenciones públicas.

De acuerdo con un informe publicado en mayo por Vision Overseas Consuting Co, subsidiaria de New Oriental Education and Technology Group, y Kantar Millward Brown, la mayoría de los padres cuyos hijos desean formarse fuera tienen trabajos corrientes. En concreto, este grupo de población representa el 43% del total y ha crecido un 14% desde 2015. El 35% de las familias ostentan cargos intermedios, mientras que el 22% son ejecutivos de alto nivel.

Ampliar horizontes, enriquecer la experiencia vital, mejorar las expectativas de empleo y perfeccionar idiomas son las principales razones que empujan a los chinos a estudiar fuera, según el mismo estudio.

Cronología de una apertura al mundo

Hace 70 años, cuando se fundó la República Popular China, el panorama era muy diferente. Así lo recoge Miao Danguo, funcionario jubilado del Departamento de Cooperación e Intercambio Internacional del Ministerio de Educación, en su libro 60 años de estudios en el extranjero.

Según este volumen, en septiembre de 1950 China envió a 25 graduados universitarios a Checoslovaquia, Polonia, Rumanía, Hungría y Bulgaria. Aquellos estudiantes fueron los primeros que se formaron fuera desde la fundación de la Nueva China. Salieron del país para aprender ingeniería, solo visitaron países del bloque comunista y todos ellos  fueron financiados por el Gobierno. 

En 1965, el número de alumnos chinos en el exterior había ascendido a 10.689. Se repartían entre 29 países, aunque alrededor del 80% estudiaba en la Unión Soviética. Durante la mayor parte de la Revolución cultural (1966-76), China suspendió su programa académico internacional, por lo que ningún estudiante viajó al extranjero entre 1966 y 1972.

El programa se reactivó en 1973, cuando siete estudiantes acudieron a Japón para aprender el idioma. De 1973 a 1978, cuando China comenzó a implantar su Política de Reforma y Apertura, 2.000 alumnos se fueron al extranjero, sobre todo para aprender otras lenguas.

En junio de 1978, Deng Xiaoping anunció que China aumentaría el número de estudiantes en otros países. “En lugar de mandar un puñado, deberíamos enviar miles”, afirmó. De esta manera, en diciembre de ese mismo año, la nación seleccionó a 52 expertos en ciencia y tecnología para formarse en Estados Unidos. Fueron los primeros ciudadanos de la República Popular China que estudiaron allí.

La estrategia de Deng tuvo éxito. Tras permanecer dos o tres años como profesores visitantes en las principales instituciones estadounidenses, la mayoría de los intelectuales chinos regresó a su país para ayudar en su reconstrucción.

Los retornados: un motor de desarrollo

Wang Huiyao es uno de los muchos chinos que retornaron tras haberse formado en el extranjero a raíz de la Política de Reforma y Apertura y que contribuyeron a desarrollar el país a su vuelta. 

Recuerda que, en 1984, cuando partió a Canadá para cursar un master en Administración de empresas en la Universidad de Winsor, los chinos sabían poco sobre el mundo exterior. Y lo mismo sucedía revés. “Los alumnos occidentales tenían ideas muy raras sobre China. Incluso uno de ellos me preguntó si podía tocarme la cabeza para comprobar si la tenía diferente”, rememora.

Wang estuvo dando conferencias sobre China para ayudar a los extranjeros a entender su país y, más tarde, también realizó una pasantía en el Banco de Comercio Imperial de Canadá, en Toronto. Tiempo después de que, en 1993, se activara la política para alentar a los expatriados a regresar, decidió volver y fundar en su tierra una empresa para atraer inversión extranjera.

En 2008, Wang inauguró el Centro para China y la Globalización, donde reunió a un grupo de expertos no gubernamentales para analizar la política pública china y la internacionalización. Llevó a cabo una amplia gama de investigaciones sobre diversas ramas de las ciencias sociales. Entre ellas, figuraban estudios dedicados a la migración global, a las relaciones con el extranjero, al desarrollo del talento internacional o al comercio exterior y las inversiones relacionadas con él.

Récord de alumnos internacionales

En total, 5,86 millones de chinos han estudiado en el extranjero desde 1978 hasta finales del año pasado. Según datos del Ministerio de Educación, 4,32 millones completaron su formación y 3,65 millones regresaron poco después de hacerlo.

Desde 2010, China es el país que más estudiantes exporta al mundo, y no hay indicios de que vaya a ser superada a corto plazo. Yu Minhong, fundador y CEO de New Oriental Education and Technology Group, estima que el número anual de alumnos alcanzará un pico que se situará entre los 700.000 y los 800.000. “Teniendo en cuenta el crecimiento económico de China y el aumento de los ingresos de los hogares, la cifra seguirá aumentando durante varios años, para luego fluctuar de acuerdo con la tasa de natalidad anual y la economía”, afirma.