En el regate, apoya el peso sobre el pie izquierdo, y usa el derecho para potenciar tu giro. ¡Y endurece el empeine para el tiro!”, se oye gritar. “Tienes que controlar la pelota, pero las rodillas no pueden estar demasiado tensas ni los tobillos, flojos. Si no, perderás el equilibrio”.
Quien da todas estas instrucciones es Hugo Miguel Salgado Martins, un entrenador profesional de Portugal que lleva tres años trabajando en la ciudad de Ordos, en la Región Autónoma de Mongolia Interior. Allí enseña a los chavales lo que sabe de fútbol. Ellos, por su parte, aseguran que el portugués ha conseguido cambiar su manera de jugar, pero también su actitud hacia este deporte.
Un nuevo enfoque
Usando un rudimentario chino con préstamos del dialecto de Ordos, Martins se las apaña para guiar a los niños por el terreno de juego. Les enseña a driblar y les indica cómo moverse, haciendo que repitan los ejercicios una y otra vez hasta que queda satisfecho.
Tiene la licencia A de la UEFA y en Portugal se ha ganado el título de “mejor entrenador de adolescentes”. Durante los 15 años que ha trabajado en su país, seis de sus chicos fueron fichados por la selección portuguesa y, otros tres, por clubes europeos de primera división. Entre otros muchos logros, ha conseguido que su equipo ganara el campeonato nacional Copa de Olhão 2011 o el Campeonato Mundial de Juventud 2015. Martin se muestra tan estricto con sus jugadores como con el sabor del café: ambos tienen que ser audaces y excelentes. No perdona un descuido.
Eso sí, confiesa que la amabilidad y el entusiasmo de la gente de Ordos es una de las principales razones que le han llevado a quedarse en Mongolia Interior.
Cuando llegó por primera vez allí, el técnico solo aspiraba a conocer de primera mano la cultura del fútbol en esta zona del mundo durante una temporada. Sin embargo, luego se fue dando cuenta de que había chavales con mucho talento que necesitaban más orientación profesional. “Espero estar trayendo nuevas ideas, perspectivas y patrones al fútbol adolescente de aquí”, afirma.
Ante todo, seriedad
La llegada de Martin empujó a muchos padres a inscribir a sus hijos a los entrenamientos, pero al poco tiempo surgieron dificultades y problemas. “Al principio me pareció que era muy duro, así que no me entró bien”, confiesa uno de los chavales sobre la severa disciplina que aplica el portugués en el terreno de juego. Al ver el nivel de exigencia de los entrenamientos, muchos niños optaron por renunciar tras la primera clase de prueba.
A Martin le encanta divertirse en la vida real, pero cambia de rictus en cuanto pisa el campo. Allí revela su faceta más estricta. Sus métodos no encajan con el concepto de “fútbol feliz” que tienen bastantes padres y chavales, lo que hace que muchos se sientan presionados.
“Un entrenamiento feliz no tiene sentido”, afirma Martin. “¿Qué pueden aprender los niños de él? Seguro que tanto ellos como sus padres salen encantados, pero al final no habrán aprendido los secretos del fútbol profesional. Enseñar de forma superficial no es mi estilo”, recuerda. Entre sus objetivos, figura también descubrir a los jóvenes de Ordos más aspectos sobre el amplio mundo del deporte.
La tierra de acogida de Martin es muy distinta a su lugar de origen. Cuando le preguntan por los mayores retos a los que se ha enfrentado en Ordos, el entrenador señala la enorme diferencia climática que existe entre esa ciudad y la suya, situada al sur de Portugal. Si en su localidad natal los inviernos son cálidos y lluviosos, allí son largos y extremadamente fríos, con temperaturas que pueden alcanzar los -20 ºC. “Todo un desafío para enseñar a jugar al fútbol”, concluye.