Los habitantes de Yikoudao, en la provincia de Guizhou, tardan un día en llegar al asentamiento más cercano. Enclavado en una de las regiones más pobres de China, el nombre del pueblo le hace justicia. “Machete” resulta una estupenda metáfora del risco kárstico sobre el que se asienta Yikoudao. Una cresta aguda de 1.170 metros que divide a esta agreste zona en pedazos con consecuencias nefastas para la comunicación. El transporte en esta provincia es más un problema de altura que de distancia.
Yang Cuihong es una de las 913 personas que ha abandonado Yikoudao para trasladarse a Tongren, a 250 kilómetros. El Gobierno ha proporcionado a los habitantes de la zona apartamentos gratuitos (20 metros cuadrados por ocupante) con muebles y electrodomésticos. En la ciudad de destino ofrece formación profesional a los campesinos para que puedan trabajar en otros oficios.
Nada más llegar a Tongren, Yang ganaba 1.500 yuanes (190 euros) al mes como limpiadora. Al poco tiempo, gracias a la ayuda estatal, encontró trabajo en el equipo de control de calidad de una tabacalera. Gana 250 euros, más un bonus por rendimiento. “Apenas teníamos dinero en Yikoudao,” recuerda Yang, de 37 años. “Era muy difícil ganarse la vida con la agricultura. Ingresábamos lo justo para sobrevivir”. Yang y su marido se alternaban para trabajar fuera del pueblo o quedarse a cuidar de sus tres hijos.
La nueva vida
Un collage de fotos en la pared del apartamento en Tongren ilustra cómo ha cambiado la vida de Yang desde que se marchó de Yikoudao. Una foto muestra a su familia delante de su antigua casa. En otra aparece con su marido y sus hijos y un grupo de campesinos por caminos de tierra. A hombros llevan sacos con sus pertenencias, en un largo viaje que les lleva a las modernas viviendas de Tongren. Y en la más reciente, sale ella en el sofá de su flamante nuevo hogar.
Yang fue a la escuela sólo dos años. Sabe leer pero no escribir bien. Su marido aprovecha la Fiesta de la Primavera para volver de la provincia de Zhejiang, donde reside por trabajo.
Unas 340 familias, la mayoría del condado autónomo Tujia de Yanhe en la provincia de Guizhou, se han mudado a este barrio en el centro de Tongren. YANG JUN / CHINA DAILY
Su hija Zhu Hailu, de 17 años, se ha adaptado bien tras el cambio. “Congenia con sus compañeros de clase y profesores. Al principio le resultaba complicado entender el acento de los otros chicos, pero la gente joven aprende rápido. No tuvo problemas para hacer amigos. Antes volvía a casa directa del instituto, pero ahora se queda de compras con las otras chicas”.
Zhu va con un curso de retraso. Ir a la escuela en Yikoudao no era fácil. Tardaban una hora en llegar. “El camino resultaba peligroso,” dice Yang. Dentro de dos años, Zhu hará los exámenes para entrar en la universidad y espera ser funcionaria. “Nuestra casa estaba lejos del centro del pueblo, y si nos poníamos enfermos teníamos que ir a un hospital, a una hora de distancia. Si estabas muy mal para caminar, un pariente o un vecino tenía que llevarte.”
Las dificultades del cambio
Como parte de los programas de alivio de la pobreza, funcionarios locales ayudan a los habitantes reubicados a adaptarse a la vida en la nueva ciudad. “Al principio fue difícil convencer a la gente de que viniese a Tongren. Habían vivido en un pueblo durante generaciones”, dice Xiao Han, un empleado público local.
La Administración sopesa crear huertos para que los residentes cultiven y no se sientan desarraigados de sus identidades agrarias. Sigue habiendo problemas de sustento a pesar de los esfuerzos del Gobierno, dice Zhu Yongxue, una autoridad en Yikoudao durante 30 años. “Encontrar trabajo en Tongren resulta difícil. Es una ciudad, pero pequeña. La industria se está desarrollando y la gente de los pueblos empieza a adaptarse. Hay muchas nuevas normas para ellos”, cuenta. Los niños se están acostumbrando a los colegios de la ciudad, que tienen más nivel. A algunos les cuesta el inglés.
Zhu, de 55 años, y sus compañeros, han convencido a la mayoría de las personas de mediana edad para que se muden. “Soy joven en el pueblo. Los que tienen entre 20 y 40 años se han ido”. El Gobierno de Tongren ofrece un puesto de trabajo para cada familia. Los residentes con buena educación ayudan a los campesinos a adaptarse a la nueva ciudad.
Zhu Aiyong, de 37 años, natural de Yikoudao, dice que el traslado a Tongren le ofrece un futuro mejor para sus cuatro hijas –y un bebé que está en camino–. Cuando se enteró del proyecto dejó la provincia de Jiangsu, donde gozaba de un mejor nivel de vida.
Trabajar lejos de casa ha ampliado sus horizontes. “La gente de los pueblos se levanta y se dedica al campo. Toda su vida se centra en la agricultura. No conocen otra cosa”.
Dos de sus hijas, de 5 y 13 años, están en Tongren, pero las otras aún viven en el pueblo al cuidado de sus abuelos. “Espero traerlas a la ciudad. Quiero que alcancen una educación mejor que la mía. Espero que tengan una vida mejor y puedan disfrutar de oportunidades que yo nunca imaginé”.