Chen Yan es maestra de primaria en la ciudad de Liaocheng, provincia de Shandong, y orgullosa madre de dos niños. Decidió tener al último cuando la política del segundo hijo entró en vigor en enero de 2016. Ese mismo año dio a luz. “Muchas mujeres de mi edad se lanzaron poco después de que se levantara la restricción de hijo único”, explica.
Pese a ello, el número de nacimientos en Liaocheng descendió el año pasado. Entre enero y noviembre de 2018 llegaron al mundo 23.179 bebés menos, una caída de un 26% menos en comparación con el mismo periodo de 2017. Según la comisión de salud de la ciudad, la tasa de nuevos nacimientos en las familias que ya tenían hijos cayó un 36%.
No es un caso aislado. El índice de natalidad ha caído de manera sustancial en todo el país. El año pasado nacieron en la parte continental de China 15,23 millones de bebés, dos millones menos que en 2017, según el Buró Nacional de Estadísticas. Pese a ello, la población total alcanzó los 1.395 millones de personas, 5,3 más que en el ejercicio anterior.
A principios de 2016, China flexibilizó su política de planificación familiar y permitió que las parejas tuvieran dos hijos para frenar el descenso de trabajadores en activo y el envejecimiento de la población. Aquel año, el número de nacimientos subió 1,3 millones hasta alcanzar los 17,86 millones, la cifra más alta desde 2000. No obstante, y contra el pronóstico de muchos expertos, al año siguiente llegaron al mundo 500.000 bebés menos.
Zhai Zhenwu, presidente de la Asociación de Demografía de China, augura que el número de nacimientos continuará menguando debido al desinterés generalizado por tener más hijos y al descenso del número de mujeres en edad fértil, que baja a un ritmo de 5 millones al año.
Antes de que entrara en vigor la política del segundo hijo, la Comisión Nacional de Salud pronosticó que la población alcanzaría un pico de 1.450 millones de habitantes alrededor de 2030. A principios de este año, la Academia de Ciencias Sociales de China calculó que la consecución de esa meta podría adelantarse a 2027.
“Es inevitable que la población decrezca”, señala Yuan Xin, profesor de demografía en la Universidad de Nankai. “China ha visto cómo sus altas tasas de natalidad y mortalidad pasaban en poco tiempo a ser bajas, lo que disminuirá la población activa y contribuirá a envejecer el país”.
En la década de 1960, cada mujer tenía una media de seis hijos. Cuarenta años más tarde, el promedio se situaba en 1,6, un descenso que otros países desarrollados han tardado un siglo en alcanzar. En 2015 los mayores de 60 o más eran 222 millones y representaban el 16,1% de la población. El año pasado, este mismo grupo sumaba 249 millones y suponía casi el 18%.
Wang Guangzhou, investigador de la Academia de Ciencias Sociales de China, recuerda que el número de mayores aumentará considerablemente en las próximas décadas como consecuencia de los bajos ratios de natalidad. De acuerdo con sus estimaciones, las personas de 65 años o más representarán el 30% de la población en los próximos 30 años, una fuerte subida si se compara con el 10% actual.
“El rápido envejecimiento de la población dificultará el mantenimiento de las pensiones y de la fuerza laboral”, indica Wang, que advierte que las familias se enfrentarán a un reto sin precedentes a la hora de cuidar a sus mayores. “La sociedad debe estar preparada para hacer frente a los desafíos que se avecinan”, señala.
Mejor calidad del trabajo
La Asociación de Demografía de China calcula que los 900 millones de personas de entre 16 y 59 años que forman la potencial mano de obra del país pasarán a ser 700 en 2050. “Sigue siendo una buena cifra de trabajadores, equivalente a la de varios países desarrollados juntos”, recuerda Wang. “A China no le faltarán profesionales y no cesará su crecimiento económico”.
El profesor Yuan, de la Universidad de Nankai, asegura que no hay que preocuparse por el leve descenso de la natalidad. En el caso de que hubiera escasez de mano de obra en el futuro, podría retrasarse la edad de jubilación de los 60 a los 65 años, con lo que se conseguiría aumentar la fuerza laboral en 100 millones. “Que disminuya el número de trabajadores puede ser un aliciente para perfeccionar la economía china”, añade.
“Hay que aprovechar el descenso de la mano de obra barata –que ha sido decisiva en el rápido desarrollo económico de China en las últimas cuatro décadas–, para que el país deje de basar su crecimiento en industrias intensivas en ella”, afirma. “Debemos centrarnos en impulsar la ciencia, la tecnología y en mejorar la calidad del trabajo”, concluye.