Los 20 buzos del escuadrón policial subacuático de Beijing patrullan las oscuras y frías aguas de la capital. Realizan controles de seguridad y buscan pruebas, incluidas armas y cuerpos, que esclarezcan alguna investigación abierta. Pero su misión dista mucho de ser solo un esfuerzo físico, mentalmente han de estar muy bien preparados.
La brigada, entrenada por la marina china, nació en 1984 como una unidad de cinco hombres para realizar inspecciones de seguridad con motivo del desfile militar del Día Nacional. Son un destacamento del departamento antiterrorista de la Oficina de Seguridad Pública de Beijing.
Li Xiaona, el subdirector del escuadrón, afirma que la vigilancia de las vías fluviales en vísperas de grandes eventos es una de sus principales tareas. El año pasado la brigada rastreó aguas, de una extensión de 3,5 millones de metros cuadrados, con botes y sensores submarinos. Otra función consiste en buscar pistas para aclarar algún caso pendiente.
“Los buzos tienen que resistir la presión en aguas profundas. Deben pasar una prueba física que simula una inmersión de 30 metros”, dice Li. A la mayoría de personas le duele el oído cuando se sumergen 2 o 3 metros.
La dureza psicológica que soportan es enorme. Chen Chao, que ingresó en el cuerpo en 2007, cuenta que un recién llegado aprende técnicas de buceo en un año, pero que es solo una parte del trabajo. Una misión por exitosa que sea a veces les deja un sabor amargo. Chen sabe bien de lo que habla.
En 2011, se le encomendó la búsqueda de los cuerpos de una niña de 5 años y un niño de 6 que fueron asesinados y arrojados al río. Chen, de 37 años y graduado en Ciencias del Deporte, confiesa que fue el momento más difícil de 11 años de servicio. Aún lo recuerda. “El agua estaba turbia. No veía con claridad, por lo que comencé a palpar el fondo. El cuerpo era tan pequeño que con una mano fue suficiente para sacarlo”.
“Fue horrible cuando vimos los bultos en la orilla. Tenían la cabeza cubierta con bolsas de plástico y sellada con cinta adhesiva. Los brazos y las piernas estaban atados con fuerza”, dice este padre de una niña de 2 años.
“En el momento en que vi a los pobres niños, la escena del asesinato se reprodujo en mi mente. La gente que estaba por la zona se sobresaltó, incluso la policía que se acercó al lugar. Muchos buceadores expertos no están hechos para este trabajo”, advierte Chen.
Una misión pantanosa
Al valiente buzo le encargaron el primer trabajo de este tipo en 2010. Halló el cuerpo descuartizado de una prostituta que un cliente había asesinado en una disputa por dinero. Los restos de la mujer aparecieron en sacos en el río Tonghui, en el distrito Tongzhou de la capital. “El agua era poco profunda, hasta la cintura. Tuve que recuperar las bolsas con las partes del cuerpo. Para un principiante como yo fue durísimo”.
El líder del escuadrón dio ánimos a Chen: “Al sacar a estas personas de la oscuridad realizas una buena acción”. Las palabras del jefe le aliviaron al instante. “De repente sentí una especie de sobrecogimiento. He ayudado a estas víctimas a salir del agua para encontrar la paz y sacar el caso a la luz. Siempre pienso en esto”, se desahoga el buzo.
“El mundo submarino de Beijing está lleno de fango, cristales, metales y otros desechos. A veces más que sumergirnos en agua lo hacemos en la inmundicia. Trabajamos en la oscuridad, pero sacamos casos a la luz. Contribuimos a que se haga justicia”, concluye.