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Por qué los tibetanos  viven más y mejor
Varios mayores disfrutan de un tradicional té con mantequilla en una residencia de ancianos de Lhasa, en la Región Autónoma del Tíbet.

Por qué los tibetanos viven más y mejor

En 2020, la esperanza de vida en la región era de 71 años, el doble que en 1951, de apenas 35. Décadas de desarrollo en sanidad, educación y empleo han obrado el milagro
YUAN SHENGGAO - 29 Oct 2021 7:22

Tras dar un beso enorme al bebé de dos meses que tiene en brazos, Kundrol se muestra encantado de seguir sano a sus 70 años. Reside en Nachen, dentro de la ciudad de Lhasa, la capital de la Región Autónoma del Tíbet, y se enorgullece de ser el mayor de una familia de cuatro generaciones. “Hace siete décadas, cuando la vida era mucho más dura y la atención médica deficitaria, apenas se veían casos así”, afirma Kundrol, que nació en una familia de siervos a finales de la década de 1940. Su padre murió cuando él era muy joven y su madre tuvo que trabajar duro para sacar adelante sola a sus cuatro hijos. 

“Para nosotros, lo peor era la escasez de comida. Cuando teníamos hambre, nos alimentábamos de hierbas silvestres. A veces nos intoxicábamos, porque algunas eran venenosas”, recuerda Kundrol. Su vida comenzó a dar un giro a finales de los años cincuenta, cuando se unió al ejército y luego encontró trabajo en Lhasa como jardinero. En la actualidad, lleva más de diez años jubilado y recibe una pensión de más de 3.000 yuanes (395 euros). Como él, muchos otros en la zona pueden presumir ahora de tener cuatro generaciones en la familia.

Acceso a la escuela

Según explica Wu Yingjie, secretario del Partido de la Región Autónoma del Tíbet, el aumento de la población y de su esperanza de vida es el resultado de décadas de mejoras en los servicios médicos y en los medios de vida. La población de esta división administrativa
–señala el funcionario– ha pasado de tener 1,15 millones de habitantes a principios de los cincuenta a 3,65 millones el año pasado. Además, en ese mismo período la esperanza de vida se ha duplicado, pasando de 35,5 años en 1951 a 71,1 en 2020. 

Jamyang Wangchuk, de 80 años, es junto a su esposa el más anciano de otra familia de cuatro generaciones. Viven en la comunidad de Gyarong, Lhasa, y tienen muchos amigos de la misma edad. “Cuando nos reunimos, siempre hablamos de lo que ha crecido la población del Tíbet, pero no solo en cantidad, sino también en calidad”, subraya. Con ello, Jamyang Wangchuk se refiere a que la gente de hoy tiene acceso a una educación mejor que la que tuvieron sus coetáneos. Él se formó en el templo budista donde fue monje hace 60 años. “Por aquel entonces, una familia normal no podía mandar a sus hijos a la escuela”, cuenta. Sin embargo, sus cinco hijos e hijas tuvieron la oportunidad de ir al colegio y cuatro de sus nietos son graduados universitarios. 

Otros horizontes laborales

En 2020 había 920 escuelas de primaria y secundaria en el Tíbet, así como siete centros de educación superior. La tasa de escolarización es ya del 99,93%. “Quizás la educación sea lo último en lo que los tibetanos tengan que gastar dinero, ya que la escolarización está subvencionada durante un período de 15 años, desde infantil hasta secundaria”, indica Wu. Según recalca, la educación obligatoria comprende nueve años en otras partes del país. 

El Gobierno local también está invirtiendo en programas de formación profesional. Organiza cursos de capacitación para que los habitantes de las zonas rurales puedan acceder a nuevos trabajos. Chogyal, que vive en el condado de Gyalze, en Shigatse, es uno de ellos. En 2017 se formó como soldador y, gracias a eso, pudo fundar una empresa que factura anualmente 33.000 euros.  

Según las últimos datos oficiales, la media de ingresos per cápita en la región se sitúa en 41.156 yuanes (5.420 euros) en las zonas urbanas y 14.598 yuanes (1.920 euros) en las rurales. Desde 1965, la primera de estas cifras se ha multiplicado por 89 y, la segunda, por 134.