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Un patrimonio que se cose a mano
Sonam Chopel, veterano artesano de alforjas tradicionales, muestra una de sus creaciones.

Un patrimonio que se cose a mano

La llegada masiva de automóviles a la Región Autónoma de Xizang estuvo a punto de acabar con sus famosas alforjas tradicionales. El esfuerzo colectivo ha impedido que este arte muera
27 Dic 2023 10:55

Una cortina de estilo tibetano da acceso al taller de Sonam Chophel, donde pueden admirarse alforjas tradicionales de todos los tamaños, formas y colores. A sus 61 años, este artesano lleva dedicándose al oficio desde que era joven. Mantiene viva una tradición profundamente arraigada en la cultura local, que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días pese a los embates de la modernidad. 

La elaboración de este tipo de alforjas forma parte del patrimonio cultural inmaterial de la Región Autónoma de Xizang, al oeste de China. Pese a que se trata de una práctica que ha estado a punto de desaparecer durante las últimas décadas, en la actualidad las autoridades locales luchan por conservarla. 

Tres siglos de historia

El impresionante “reino de las alforjas” de Sonam Chophel se encuentra en su propia casa, en la aldea de Thomai, condado de Nang. Allí se exhiben bolsos de todos los tamaños. Algunos son tan grandes que se necesitan ambos brazos para sostenerlos. Otros caben en la palma de la mano. En su mayoría hechos de piel de vaca, se confeccionan con mimo y se decoran con motivos tradicionales, como nubes de la suerte.

El arte de elaborar bolsos a mano, que tiene más de 300 años de historia, fue reconocido en 2018 como patrimonio cultural inmaterial regional. En el pasado, los habitantes de Xizang dependían de los caballos y de los yaks para poder desplazarse, lo que convertía las alforjas portátiles e impermeables en un bien necesario. Permitían transportar objetos durante los viajes, pero también repartir cómodamente la carga entre el lomo y los costados del caballo.

Cuando era niño, a Sonam Chophel le impresionaba ver cómo los adultos las cargaban en los animales. “Soñaba con poder hacerlas yo mismo algún día y, con 21 años, empecé a aprender el oficio con un experimentado artesano”, cuenta. Fue uno de los primeros en ser reconocidos de forma oficial como heredero del patrimonio y ahora ejerce su oficio con orgullo. Sin embargo, hace una década, este arte tradicional estuvo a perderse para siempre. 

En aquellos días tuvo lugar un rápido desarrollo del tráfico rodado que desembocó en la construcción de múltiples autopistas. Con la llegada masiva de vehículos, la circulación de jinetes quedó relegada a los pastizales y la gente dejó de necesitar alforjas, resume Sonam Chophel. Elaborar cada una de ellas implica un laborioso proceso. Para terminar un par de bolsos, se necesita invertir cerca de una semana de trabajo. Materias primas como la piel de vaca deben ponerse a remojo para luego poder retirar bien los restos del animal. “Se tarda al menos tres días en frotar el cuero y dejarlo perfecto”, explica el artesano. 

Conforme pasa el tiempo, cada vez más jóvenes de Xizang están dispuestos a seguir sus pasos y, como él, insuflar vida a este oficio moribundo. En 2015, la aldea de Thomai lanzó un proyecto para conservar la artesanía de alforjas. La localidad recibió cerca de 450.000 yuanes (57.500 euros) para construir y renovar talleres, comprar materias primas y mejorar los productos que ya existían. Según afirma Tsering Dondrup, director de la federación de sindicatos del condado de Nang, con ello se ha conseguido revitalizar toda la cadena industrial.  

“Ahora tenemos todo tipo de alforjas en nuestra fábrica”, afirma Sonam Chophel. “Los pastores que viven en los prados de Xizang suelen preferirlas grandes, mientras que los turistas y los compradores locales se decantan normalmente por las pequeñas, que adquieren como adornos o piezas de colección”. 

Artículos delicados y muy apreciados por los turistas 

Agjam Wangmo es una mujer de 40 años que reside en Lhasa, la capital de la Región Autónoma de Xizang. En su último viaje al condado de Nang compró un par de alforjas tradicionales. En concreto, optó por unas que tenían el tamaño de la palma de una mano y pagó por ellas 300 yuanes (38 euros). “Me gusta la delicadeza del acabado”, cuenta. “Hacer que los artesanos ganen dinero con este trabajo es mi manera de mostrarles respeto”, asegura. Sonam Chophel, uno de los pioneros, lo vive como un premio a su perseverancia. “Me alegro de no haber renunciado al oficio en todo este tiempo para que pueda seguir transmitiéndose de generación en generación”, afirma.

Xinhua