Conseguir cultivos de alto rendimiento es un deseo tan antiguo como la propia historia de la humanidad. En China, por ejemplo, 41 de los 56 grupos étnicos del país tienen sus propios mitos respecto al origen de las semillas fértiles, según apunta el Instituto de Literatura Étnica de la Academia de Ciencias Sociales de China.
Los dongs creen que fueron otorgadas por los dioses como un gesto de compasión hacia los mortales. Para los was, en cambio, proceden de una serpiente que devoraba el mundo y las escupía. Ahora, la tecnología moderna produce semillas de gran calidad a partir de un elemento igualmente fantástico: el espacio exterior.
De acuerdo con la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China (CASTC, por sus siglas en inglés), gracias a este procedimiento se han obtenido tomateras capaces de extenderse por 150 metros cuadrados de tierra y dar 10.000 frutos, o brotes gigantes de guisantes de ojos negros de un metro de longitud.
La técnica se llama mutagénesis espacial y consiste en inducir mutaciones a las semillas en el espacio. Allí se exponen a fuertes rayos cósmicos (partículas de alta energía que viajan casi a la velocidad de la luz), al vacío, a la microgravedad o a bajos niveles de interferencias geomagnéticas, según la definición del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Mejores cosechas
En China se han plantado ya cientos de variedades procedentes de estos cultivos espaciales. Además de garantizar la seguridad alimentaria, se trata de una herramienta innovadora que permite combatir la pobreza y ayudar a los agricultores a obtener mejores cosechas. También a desarrollar las economías locales y crear productos únicos, según apunta Guo Rui, director del Centro de Investigación de Ingeniería para el Cultivo de Plantas Espaciales de la provincia de Shaanxi.
A diferencia de lo que sucede con los alimentos modificados genéticamente, este método no implica la transferencia de genes de un organismo a otro. En cambio, genera rasgos aleatorios que usan material genético de la planta y que pueden resultar útiles. Imita el proceso natural de mutación espontánea, pero a un ritmo mucho más rápido.
Seguridad alimentaria
Desde la década de 1920, los científicos han expuesto las semillas a radiaciones o a productos químicos para conseguir que rindieran más, fueran estables o se adaptaran mejor al cambio climático. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida como FAO, por sus siglas en inglés, hay más de 2.500 variedades de plantas que se han obtenido por mutagénesis.
Tanto esta organización, como el OIEA y la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideran que estos cultivos espaciales son seguros para el consumo, siempre que se sometan a estrictos procesos de pruebas y aprobación.
En los años sesenta, Estados Unidos y la Unión Soviética desarrollaron cultivos por mutación espacial para la investigación científica y para que la vida de los astronautas fuera más sostenible. El 5 de agosto de 1987, China lanzó sus primeras semillas al espacio, inaugurando así un nuevo capítulo cósmico. Desde entonces, ha enviado más de 30 lotes, para lo que ha utilizado una gran variedad de satélites y naves espaciales.
En la actualidad, gracias a esta tecnología se está mejorando la rentabilidad de peonías, bayas de goji o espino amarillo. En 2003, China dio el visto bueno a su primer arroz espacial, huahang-1, que se plantó en 333.300 hectáreas de tierra en el sur del país. Entre 2010 y 2012, estos cultivos se extendieron por más de 621.360 hectáreas y generaron casi 1.000 millones de yuanes (128 millones de euros) más de ganancias para los campesinos. En el condado de Boluo, en Guangdong, el arroz huahang simiao tiene un alto rendimiento, sabe muy bien y resiste plagas. Todo ello hace que la gente del campo pueda venderlo a 64 céntimos de euro el kilo, 38 céntimos más caro que otras variedades. “Para mí, la mayor satisfacción es ver las sonrisas de mis amigos agricultores cuando tienen una buena cosecha”, afirma Chen Zhiqiang, director de la oficina agrícola local.
La planta que ya no tiene espinas
La piperis dahongpao es un tipo de pimienta roja muy utilizada en la cocina y en la medicina tradicional china desde tiempos de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.). Durante siglos fue una especia destinada a tributos, ya que, debido a sus espinas y a lo difícil que era recolectar, solo los privilegiados podían acceder a ella. La emperatriz Dou, por ejemplo, la utilizaba para decorar su cama porque se consideraba sinónimo de fertilidad y prestigio. A día de hoy, todavía no resulta rentable cultivar este tipo de pimienta. Un trabajador solo puede recoger siete kilos al día que, después de secar, se quedan en dos. No obstante, con el lanzamiento de sus semillas al espacio a bordo del satélite Shijian-10, se ha conseguido crear una variedad sin espinas en el tallo.