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El magnetismo de las praderas
A pocos kilómetros de Hohhot, se ha construido una recreación de la antigua Chilechuan. Se inspira en un poema escrito hace más de quince siglos.

El magnetismo de las praderas

Cada vez más viajeros acuden a Mongolia Interior atraídos por sus grandiosos paisajes y su creciente infraestructura turística. Al igual que sus extensos pastos, esta antigua tierra de nómadas florece en verano
FANG AIQING Y YUAN HUI - 22 Sep 2025 15:42

Hay un poema con siglos de historia que describe bien lo que muchos chinos sienten al contemplar por primera vez las grandiosas praderas del norte: “El cielo, como una yurta, cobija vastas tierras verdes. Bajo su manto azul, se extiende una naturaleza infinita. El viento, al inclinar la hierba, desvela ovejas y vacas”. 

Estos versos, escritos en tiempos de la dinastía del Norte (386-581), evocan las llanuras por las que se movía el antiguo pueblo tiele, una tribu nómada que vivía a los pies de las montañas Yinshan. Aquel territorio, conocido como Chilechuan y todavía impregnado de historia y misterio, formaría hoy parte de la Región Autónoma de Mongolia Interior. Pese a que ya no existe, desde 2012 hay una llanura que lo recrea a las afueras de Hohhot, la capital, basándose en las imágenes del poema. Sin duda, una visita ineludible para todos los que deseen conocer de cerca la esencia de las praderas. 

Mongolia Interior, que mide más de 2.400 kilómetros de este a oeste, ocupa más de una décima parte de China y corona el país en su extremo norte. La mayor parte de este extenso territorio se asienta sobre una gran meseta, que se eleva a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar. En su interior, enmarcado al este por frondosos bosques, al sur por fértiles llanuras y al oeste por un extenso mar de dunas, conviven gran variedad de paisajes, como praderas de clima templado, prados alpinos o estepas desérticas. 

Caballos a galope por las praderas, una imagen icónica de la zona. CEDIDA A CHINA DAILY

En verano, las abundantes lluvias insuflan vida a los pastos y los transforman en exuberantes lienzos verdes. Asoman las flores silvestres, pace el ganado, los humedales relucen y el sol tiñe el cielo de dorados y ocres. 

Puesto que no existen registros, resulta difícil determinar dónde se ubicaba exactamente el vasto territorio de Chilechuan. Sin embargo, las montañas Yinshan han sido siempre un punto estratégico. Dado que se extienden a lo largo de 1.200 kilómetros de este a oeste entre la zona central de Mongolia Interior y el norte de la provincia de Hebei, no solo delimitaban la frontera entre climas subhúmedos y semiáridos, sino que también servían para trazar la línea que dividía a las civilizaciones agrícolas de las nómadas.

Históricamente, la zona ha sido una tierra de guerras, comercio e integración cultural. Aquí se construyeron tramos de la Gran Muralla y durante dinastías se levantaron pueblos-frontera. En estos parajes se han descubierto artefactos que integran estilos de distintas tradiciones. Incluso la poesía viajaba. 

Una experiencia completa

La pradera de Khuitenshil se encuentra en la ciudad-prefectura de Ulaanqab, a unos 400 kilómetros de Beijing y a hora y media en coche de Hohhot. De tipo alpino y muy bien conservada, se extiende a una altitud media de 2.100 metros por las laderas orientales de las montañas Daqing. Uno de sus tramos, Huang-
huagou, que significa “barranco de la flor amarilla”, es especialmente popular en verano. 

Allí hay un complejo turístico que el año pasado recibió 4,26 millones de visitantes y recaudó 1.920 millones de yuanes (unos 229,3 millones de euros), un 29% más que en 2023. Vigilados por molinos de viento que giran en la distancia, diversos trenes turísticos avanzan por las praderas. Mientras, los animales se entretienen pastando, imperturbables ante las olas que dibuja el viento en la hierba o las sombras que las nubes proyectan sobre el suelo. Alrededor, flores de todos los colores y tamaños salpican el paisaje de blancos, amarillos, rosas, azules y morados.

Las cimas de muchas montañas de la zona están coronadas por ovoos. Se trata de pequeños montículos de piedra, adornados con banderolas de oración, que los mongoles construyen para rezar, pedir buenas cosechas o señalar los caminos. En la pintoresca zona de Liaowangshan destaca uno especial, erigido en honor a Gengis Kan (1162-1227), el guerrero que unificó las tribus nómadas y fundó el imperio mongol. Para acceder hasta allí, basta con tomar la famosa Ruta 99 y disfrutar de las vistas. Esta hermosa carretera panorámica, buscada por coches y motos de todo el país, hará las delicias de cualquier conductor.

Por supuesto, la experiencia no sería completa sin probar la gastronomía local. En Mongolia Interior no existe consenso sobre dónde encontrar el mejor cordero ni cómo prepararlo. Sin embargo, Hohhot, la capital, defiende con orgullo su propia especialidad: el shaomai. Este delicado bollo relleno de carne, que puede encontrarse en cualquier calle del centro, forma parte del desayuno tradicional. Para acompañarlo, nada como un té de la tierra.